La papeleta y la propuesta de Uribe

La propuesta de una “séptima papeleta”, recoge el sentimiento de los colombianos y puede tener cuestionamientos legales, como casi todo en este y otros procesos de Paz, pero no políticos. Es una advertencia ciudadana.

Luego de tres años de negociaciones; de declaraciones solidarias de políticos, organizaciones y personajes del mundo; de acuerdos en tres de los cinco puntos que estimaba la agenda; de la reelección del presidente Santos, quien recibió hace apenas un año un renovado mandato para la Paz; y otros etcéteras, no se necesita mucho para saber que, en plena escalada, el sentimiento mayoritario entre los colombianos aún es de respaldo, pero también que está llegado el momento de reconocer su desgaste y el de sus protagonistas.

A pesar de la escalada, hemos avanzado hasta un momento inédito que diferencia al actual de los intentos de conseguir la Paz en el pasado: los negociadores no se levantan de la mesa, lo que contrasta con el Caguan, cuando el secuestro de Jorge Getchem restauró la desconfianza no solo de las partes si no de la población civil. Punto para Santos y las FARC que son consecuentes, en medio de la inconsecuencia, con el principio de seguir negociando en medio del conflicto. ¿Hasta dónde aguantará la cuerda y la aprobación ciudadana? Nadie lo sabe, pero sí conocemos que las elecciones, las de octubre y las de 2018, de hecho le señalan tiempos al proceso. La política real, existe.

Por eso vale buscar señales positivas como la planteada por Antonio Navarro no como una forma de presión si no un recordatorio de que el proceso, como todas las actividades humanas, transcurre y tiene límites de tiempo, a menos que nos acostumbremos a vivir del cuento de la Paz de la misma manera que algunos han vivido, durante tantos años, del cuento de la guerra, mientras la mayoría de los colombianos, sobre todo los más pobres, la padece.

Y aunque muchos no lo consideren así, sobre todo los comités de aplausos del presidente Santos, que no ven más allá de puestos y contratos, inmerso como todos los gobernantes en su particular “jaula de cristal”, otra señal positiva es la apertura con precisiones y propuestas concretas, que acaba de hacer el ex presidente Álvaro Uribe, básicamente por dos razones: 1) La unidad de todos los sectores políticos o “Paz de Bogotá” o “el establecimiento unido” resulta indispensable para un acuerdo consistente y, 2) Le reduce a la Paz el ruido de politiquería que aparecería con más fuerza en las presidenciales de 2018 ,aplazando de nuevo una solución. Despojados de sectarismos debemos reconocer que la propuesta es positiva y solo hay que encontrarle un momento adecuado para su implementación. Santos debería invitarlo a Palacio a que la explique. “Cogerle la caña”.

Frente a estas propuestas, o a otras que vayan “aterrizando”, el presidente va a necesitar más facultades de las que tiene actualmente, como en el caso de la justicia transicional, actual nudo gordiano de la negociación, a la que ya se ha abierto una puerta con la comisión de la verdad acordada. La “séptima papeleta” sería, sin duda, un paso en esa dirección y un indiscutible hecho político. Vale, a pesar de argumentos tan pesimistas como inútiles, sobre todo cuando la alternativa es seguir dilatando en medio de los muertos o continuar el espiral de violencia.

Si le ponemos matemáticas estamos en un 60%, 3 de 5, en el calendario acordado .Hay que ser más que imbéciles para devolvernos. Las FARC, que comenzaron en el Cauca la actual escalada, tienen que pararla de inmediato, y el gobierno hacer un gesto, a menos que quieran terminar del todo su escaso capital político arrastrando al naufragio los esfuerzos hechos hasta ahora. ¿Estarán asustados con el cuero del tigre? Aunque suene Pambeliano, como dijo doña María Isabel Rueda, mejor en Paz que en guerra, ¿no?

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