Una reveladora separata

Se trata de una persecución política por la vía judicial como nunca habíamos visto. Su más reciente víctima es Luis Alfonso Hoyos.

¡Basta ya de tanta infamia! Es lo que muchos pensamos luego de leer una separata del expresidente Uribe que hace dos domingos venía en este diario. En ella, señala los atropellos de que han sido víctimas, entre otros, Óscar Iván Zuluaga, Andrés Felipe Arias, Luis Alfredo Ramos, Sabas Pretelt, Diego Palacio, Alberto Velásquez, Jorge Noguera, Luis Carlos Restrepo, Bernardo Moreno y el más reciente y atroz, el de María del Pilar Hurtado. Digan lo que digan, se trata de una persecución política por la vía judicial como nunca se había visto en Colombia.

Detrás de esta conjura se ve la mano negra de una Fiscalía que se ha propuesto acorralar con toda clase de artimañas, incluyendo falsos testigos y testimonios amañados, a los más cercanos compañeros de Uribe. De otra parte, la Corte Suprema de Justicia se ha encargado de unirse a tal empeño con cuestionables condenas sin recurso alguno de apelación, pues sus fallos son de única instancia.

Desde luego, el objetivo de estas sórdidas maquinaciones es el expresidente Uribe. Siempre esperan que alguno de los procesados, a quien se le ofrecen beneficios, termine acusándolo. A veces, ya lo he dicho, los métodos de presión de esta justicia son de la más oscura estirpe estalinista.

Acabo de comprobarlo visitando en su nuevo centro de reclusión a María del Pilar Hurtado. Cuando perdió en Panamá su derecho de asilo y quedó amenazada con la circular roja expedida por la Interpol, decidió regresar al país.
En cuanto llegó a Bogotá, a las dos de la mañana, fue llevada de inmediato al siniestro búnker de la Fiscalía. Es realmente tan siniestro que, al cabo de tres o cuatro días de permanecer bajo una lúgubre luz artificial que nunca se apaga, quien esté allí recluido acaba por derrumbarse. No fue el caso de María del Pilar.

Desesperados por no obtener de ella acusación alguna contra Uribe, agentes de la Fiscalía no vacilaron en mantenerla en el búnker durante más de tres meses, algo inusual. Incluso, aparecieron a última hora con un expediente, según el cual el expresidente Uribe había dado órdenes para asesinarla. María del Pilar no dio crédito alguno a semejante revelación. Menos aún cuando supo que las autoras de tal infundio eran la fiscal María Victoria Parra y la angelical dueña de toda suerte de testimonios contra Uribe, Yidis Medina.

¿Dónde está su culpabilidad? No existe. Nunca ordenó interceptaciones telefónicas a magistrados de la Corte, ni a periodistas o políticos, como bien lo ha revelado el expresidente Uribe. Solo se proponía investigar los extraños paseos de magistrados a la Costa y al Huila pagados por personajes nada confiables; las incitaciones a un golpe de Estado por causa de la entonces senadora Piedad Córdoba desde México o la infiltración de dineros chavistas para financiar a aliados políticos de las Farc. Es decir, una investigación necesaria en cualquier país en defensa de la seguridad nacional.

Conozco muy de cerca el caso de Andrés Felipe Arias y las falsas imputaciones de que fue víctima y que lo obligaron a tomar el camino del exilio. En su momento, la misma decisión debió tomar el excomisionado de paz Luis Carlos Restrepo. Lo sucedido con Luis Alfredo Ramos es igualmente escandaloso. Cuando estaba a punto de ser absuelto por el derrumbe de pruebas en su contra, supe que a un suboficial que pagaba condena en la cárcel militar de Usme se le había ofrecido rebaja de pena y otros beneficios si acusaba a Ramos de tener vínculos con los paramilitares.

Sí, se trata de una persecución política por la vía judicial como nunca habíamos visto. Su más reciente víctima es Luis Alfonso Hoyos. Ante tales horrores, lo que debemos entender es que la justicia se ha convertido en arma de guerra al servicio de quienes pretenden llevar al país por el mismo peligroso sendero que derrumbó a Venezuela.

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