Avance y nuevos riesgos

La posibilidad de un cese bilateral antes de la firma del acuerdo definitivo es aterradora.

El jefe negociador del Gobierno en la mesa de La Habana, Humberto de la Calle, brindó el 5 de julio a Juan Gossaín una de las entrevistas políticas más importantes en años. Con la claridad mental y verbal que lo caracteriza, les advirtió a las Farc que la paciencia del Gobierno y de la sociedad se agota, y les recordó que también se agota “el tiempo militar e histórico” de esa guerrilla. Con toda la razón se preguntó: si la actual mesa fracasa, “¿va a haber otro gobierno que reemprenda negociaciones con este grupo?”.

De la Calle tuvo el tino y la sindéresis que tanta falta le han hecho al resto del Gobierno, la mayoría de cuyos voceros vive atrapada en una madeja de contradicciones, verdades a medias y torpes ocultamientos. Por fortuna, en esta ocasión no salió ministro alguno a interpretar a De la Calle, porque la hubiera embarrado. El jefe negociador ha sido, además, sincero. De frente, reconoció que el Gobierno ha cedido en una de las líneas rojas que definió el presidente Juan Manuel Santos hace tres años, al inicio de las negociaciones.

Veamos. “Al principio la posición del Gobierno era que el cese del fuego (bilateral) solo ocurriría con el acuerdo –explicó De la Calle–. En ese punto hemos cambiado. Estamos dispuestos a aceptar un cese del fuego, aun antes de la firma de un acuerdo, en la medida en que sea serio, bilateral, definitivo y verificable, siempre y cuando tengamos la garantía de que ellos asumen su responsabilidad en materia judicial nacional e internacional. Que no conviertan esto en una especie de payasada. Las experiencias del pasado, en esa materia, son pésimas”.

Hubo, pues, en la entrevista, garrote (el proceso puede acabar en cualquier momento) y zanahoria (puede haber cese del fuego bilateral antes del acuerdo definitivo). Y, al parecer, las Farc captaron la onda. A mitad de semana anunciaron que, del 20 de julio en adelante y por un mes, harán un cese del fuego unilateral. El Gobierno acertó al no hacer fiesta con el anuncio. “Se necesita más –dijo el Presidente–, sobre todo compromisos concretos para acelerar las negociaciones”. Qué bueno que Santos haya seguido la línea de De la Calle: hablarles claro a las Farc es mejor que llenarlas de coquetos guiños, que ‘Timochenko’ y sus secuaces siempre reciben como señal de debilidad.

Cuando el proceso parecía muerto por asfixia, lo ocurrido fue como un tanque de oxígeno. No muy grande, ojo: el escepticismo sigue siendo enorme y muchos, con algo de razón, advierten trampas y engaños. No es para menos: la posibilidad abierta por De la Calle de un cese bilateral antes de la firma del acuerdo definitivo es aterradora. Como el propio jefe negociador lo reconoce, en el pasado las Farc han convertido estas treguas en “payasada”. Las han usado para fortalecer tanto sus finanzas, vía narcotráfico y demás, como su aparato militar, al reclutar tropa y desplegar nuevos frentes.

Tanto Santos como De la Calle han insistido en que ese cese del fuego debe ser “definitivo”. No está claro cómo puede serlo, antes del acuerdo definitivo para la desmovilización y el desarme de las Farc. Si ese acuerdo se demora, ¿tendremos acaso un cese del fuego bilateral prolongado? Sería la madre de todos los peligros: unas Farc armadas, libres del acoso de la Fuerza Pública, metiendo mano en las elecciones regionales de octubre, reclutando, narcotraficando, amenazando y haciendo todo aquello que, como quedó demostrado en experiencias anteriores, es imposible de frenar durante una tregua, por mucha verificación que haya. Sí, es cierto, la semana pasada el proceso con las Farc recibió algo de oxígeno. Pero el precio de ello no puede ser poner al país al borde de un nuevo abismo porque, de ser así, las Farc aprovecharán la ocasión para empujarnos al vacío.

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