Complicidades

Si el actual gobierno hubiera leído con juicio el Antiguo Testamento en donde José el soñador le aconseja al Faraón –para interpretar su sueños vacunos– ahorrar en las épocas de las vacas gordas para enfrentar luego los tiempos de las vacas flacas, otra podría haber sido la suerte que le cae encima a la economía colombiana.

Salomón Kalmanovitz, calificado economista, en reportaje a La República expresa que “cuando se vino el despeñadero nos encontró en una situación donde el país no había ahorrado. Colombia gastó mucho más de lo que podía… El gobierno se endeudó considerablemente. Se mantuvo en déficit a pesar de que había una gran oportunidad para tener ahorro con el cual enfrentar años de vacas flacas. Hoy en día tenemos una deuda externa pública de US $60.000 millones, una deuda interna pública del 26 % del PIB. Entre ambas casi abarcan un 50 % del PIB en deuda pública… suma que nos hace más vulnerables pues tenemos menos capacidad de enfrentar una situación difícil…, tenemos ocupada nuestra capacidad de pago con ese endeudamiento, contraído cuando no se necesitaba”.

Más claro no canta un gallo. Indudablemente que el despilfarro y el desbordamiento en el gasto público fue evidente, coyuntura hoy agravada por la caída de los precios del petróleo. Se derrochó en desembolsos suntuarios y superfluos para alimentar vanidades electorales y comprar acciones políticas inmediatistas. La publicidad oficial se desbordó y así muchos medios de información, sometidos con jugosas pautas comerciales e institucionales, se doblegaron para no cumplir con su misión de ser fiscales rigurosos en un sistema de libertad de prensa.

Los cálculos del PIB para este año preocupan, como lo planteamos hace ocho días. Kalmanovitz augura que “podremos terminar este 2015 con un 2,5 % o un 2,2 % de crecimiento”. E insiste: “Si hubiéramos mantenido un ahorro público, si no nos hubiéramos endeudado tanto, tendríamos una mejor capacidad de enfrentar con políticas anticíclicas lo que se nos viene encima”.

El 2016 será peor. Si bien nuestro papel no es el de casandras, sí es el pedir el torniquete adecuado para ver si aún se puede cortar la hemorragia. “Va a ser de mucha mayor penuria”, precisa Kalmanovitz. Si se ven los datos de la influyente y documentada revista The Economist, se llega a la triste conclusión de que “Colombia tiene el déficit de cuenta corriente más grande de todos los países enlistados”. “Nos estamos financiando con inversión extranjera que se dedicaba en su mayor parte a petróleo y minería”. Y ya vemos cómo en la exploración del crudo y en los oleoductos nos ha ido como a los perros en misa.

Para finalizar sus duros pronósticos que seguramente no inmutarán a los arrogantes dirigentes de las finanzas públicas colombianas. Kalmanovitz augura que el 2017 será aún mucho más difícil. Y fundamenta buena parte de su argumento en el hecho de que la industria está de capa caída. “Está tan mal, dice, que lleva 20 años de deterioro”.

Y a medida que cae, el vocero oficial de la Andi bosteza y calla en una complicidad inusual de lo que fuera en otras épocas la defensa de los intereses del empresariado.

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