Corrupción y política: ¿El poder para qué?

Lo que parece un forcejeo por avales desnuda la política regional y confirma que nos acostumbramos a convivir con formas de corrupción que acaban al sistema político, patrimonio de todos.

La pregunta del maestro Darío Echandía en pleno 9 de abril tiene, sesenta y tantos años después, total vigencia: la lucha por el poder en las regiones incorpora reglas no escritas alejadas de los principios democráticos, éticos y morales, aunque hasta ahora nos hemos ocupado más de los penales, como castigo a delitos probados y, en no pocos casos, vinculados a crímenes y asesinatos.

Luego de décadas es el momento de reconocer el fracaso de un modelo de descentralización que dejó el poder, y los recursos, en manos de una mafias calificadas, como “feudos podridos” por el ex alcalde Jaime Castro. Un modelo en el que no importa la manera en que se consiguen los votos (ver video) conformando mayorías que antes o después de elecciones se pagan con contratos. El poder en las regiones ha convertido la política en otra versión del carrusel que pudimos ver en Bogotá. Una, con mayores dosis de violencia entre los ingredientes del “tamal” político. Las cifras son contundentes: más de mil alcaldes y gobernadores han sido sancionados y centenares de concejales asesinados desde el año 2.000.

Los partidos, con una gran influencia de malos dirigentes regionales, han excluido de la política, casi del todo, a la opinión y los sectores que no hacen parte de las clientelas. Ha sido su manera de “adaptarse” a lo que muchos consideran “una nueva realidad de la política” que justifica toda clase de alianzas y triquiñuelas, cuando no kilométricos trasteos de votantes, para hacerse al poder y los presupuestos. A los partidos estos malos políticos han querido convertirlos en franquicias para conseguir sus particulares objetivos: “si fulanito no me da el aval me voy a buscarlo a otra parte” se les escucha decir, en un acto de piratería que hace añorar al voltiarepismo, convertido en práctica habitual. Vale decir que nadie se salva (Ver acá).

La opinión en las grandes ciudades parece desentenderse de lo que ocurre en esa otra Colombia y, en cambio, muchos dirigentes nacionales tratan de sacar partido promoviendo avales y alianzas que pueden beneficiar sus aspiraciones presidenciales. En octubre se comenzará a estructurar ese poder regional que definirá, en gran parte, las elecciones de 2018.En medio de la turbulencia nadie recuerda, por ejemplo, las crisis de los hospitales regionales; las promesas reiteradamente incumplidas para el acceso a agua potable; la falta de vías en los pequeños municipios; la pobreza más pobre de nuestros campesinos, etc. etc. ¿Qué porcentaje de estas carencias se podría solucionar con las platas que se embolsillan estas mafias?

La corrupción asociada a la política regional, desafortunadamente, recibirá un espaldarazo en unas elecciones en que medios y opinadores estarán ocupados en la Paz que se negocia en La Habana. Volviendo al Maestro Echandía vale recordarlo en una entrevista 30 años después del 9 de abril cuando se desató la guerra que ahora queremos terminar: “En política se puede meter la pata mil veces y se saca, pero no se puede meter la mano” y, refiriéndose a su conocida frase “…Que antes de votar y de matarse pregunte ¡para qué quieren el poder!”.¡¡¡ Cuanta grandeza ¡!! ,¡¡¡Cuanta sana candidez!!! Podemos decir ahora: Pues para quedarse con el presupuesto, querido Maestro. De eso se trata en las regiones la política. Negocios solamente, diría Vito Corleone.

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