¡Suspenda temporalmente, Sr. Presidente!

Infortunadamente, todas las advertencias que se han hecho, desde el principio de las conversaciones, tienen asiento en la realidad. Así lo están demostrando los hechos.

En realidad, no hay ninguna razón para alegrarse. Tratándose de asuntos tan importantes para el país en muchas ocasiones se preferiría estar equivocado.

No obstante, en las circunstancias actuales, lo que genera cierto sentimiento de frustración patriótica es que el llamado constante a mirar con detenimiento las lecciones de la historia nacional, a fin de no repetir los mismos errores del pasado, haya llegado a oídos sordos.

Y que los distintos planteamientos de la oposición democrática se miren como un obstáculo en la búsqueda de la paz, en lugar de aceptar que se trata de una contribución para que se tomen las mejores decisiones en beneficio del país.

¿Cuántas veces se ha dicho que el esquema de negociar en medio de las balas y las bombas con las Farc no es viable?

¿Con cuál frecuencia se ha insistido en que no lo es, porque los ciudadanos rechazan que se converse mientras al mismo tiempo sufren el impacto del terrorismo?

¿Son o no numerosas las ocasiones en las que se ha recordado la manera en que evoluciona el sentimiento de la opinión pública de cara a realidades como las que se viven hoy en el país?

¿Se ha dicho en múltiples oportunidades que los colombianos siempre están dispuestos a apoyar los esfuerzos políticos para alcanzar la paz, pero que van perdiendo la fe y la confianza cuando no se ven resultados sino violencia?

Pues bien, lo que está sucediendo en la actualidad es una repetición de la historia.

Las Farc siguen cometiendo barbaridades mientras se dialoga en Cuba y la gente se empieza a rebelar, otra vez en la historia, contra el procedimiento de negociar en medio de la violencia.

Y la organización terrorista continúa planteando el inamovible, para ellos, del cese bilateral en esta etapa del proceso.

Como la lectura de lo que ocurre es casi idéntica a lo que ya ha acontecido en Colombia, no es difícil imaginar lo que puede suceder.

En el evento de que se insista tercamente en seguir haciendo las cosas en igual forma, lo que puede ocurrir es que el presidente Santos, hay que decirlo nuevamente, se vea obligado a ponerle fin al proceso. Eso no sería bueno para nuestro país.

Lo mejor sería poder avanzar sin que haya terrorismo simultáneamente, buscar acuerdos que respeten la democracia y el emprendimiento y encontrar el difícil equilibrio entre la paz y la justicia.

¿Que se está planteando un mundo ideal imposible de conseguir?

¡No! Ya lo hemos hecho con otros grupos armados ilegales, en medio, claro está, de innumerables dificultades.

El obstáculo real lo hemos tenido siempre con las Farc, cada vez que se ha tratado de buscar entendimientos con ese grupo, porque lo que pretenden es conseguir en las conversaciones, bajo la sombrilla del diálogo, lo que han buscado imponer mediante el terrorismo.

Toca repetirlo: el desafío más grande, ahora, es conseguir que sea posible continuar negociando en La Habana.

Y lo anterior exige construir las condiciones necesarias.

Para ello es aconsejable, señor Presidente, suspender temporalmente las conversaciones y dedicarse a la tarea de edificar dichas condiciones.

De lo contrario, no se necesita hacer ningún esfuerzo para pronosticar lo que sucedería.

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