Alerta económica

No asfixiar  los frentes de inversión

Campanazo por  tendencia inflacionaria

Desde el punto de vista de la empresa privada, el año 2015 será simplemente de transición, tendiente a su vez de saberse si el 2016 tendrá un mejor teatro económico para la inversión.

Esto es así, además, porque nunca se ha demeritado de manera tan evidente la palabra pronóstico. En efecto, el año comenzó con previsiones económicas de todo tipo, tanto por las agencias multilaterales como por las autoridades estatales, en los que nunca se pensó que la desaceleración de la economía sería la que actualmente se percibe. De modo que las proyecciones dejaron de ser efectivas para poder planear el año y ahora resulta que las cosas son más calamitosas que antes. Hasta el punto, ciertamente, de que el Banco de la República bajó la eventual tasa de crecimiento del 2015 a 2.8% y, por el contrario, subió el pronóstico de inflación a un rango de  entre 4 y 5 por ciento.

Esta, a no dudarlo, es la noticia principal. La tendencia inflacionaria de la economía colombiana no es buena nueva. Y como de pronóstico se trata se espera que al final del año el desenlace no sea peor. De seguir así, los aumentos salariales para 2016 tendrán aún mayor impacto negativo en las posibilidades de inversión, combinado por supuesto con  la sobredosis de cargas tributarias de los últimos tiempos. De manera que hoy no solo se otea en el horizonte una inflación de mayor envergadura a la acostumbrada y al mismo tiempo se dice, sin rubor por los especialistas, que la próxima reforma tributaria estructural tendrá de base el incremento en los porcentajes del  IVA. Con ello se logrará que el precio de los alimentos y de la canasta familiar tome una espiral más que ascendente, mientras que los precios de los combustibles siguen sin bajar,  a pesar de la caída en la cotización del petróleo.

En general, un ciudadano paga sus impuestos no  para mantener la abultada nómina estatal, sino para producir una mayor cantidad de inversión en los sectores y actividades que se requieran para mejorar las condiciones de desarrollo, la calidad de vida y el crecimiento. Pero al contrario, en el Presupuesto Nacional para 2016, la inversión pública fue la castigada mientras que, en general, se mantuvieron los índices de gasto operacional. Se presume, claro está, que la venta de Isagen se destrabe con el objeto de sufragar parte del hueco fiscal. Existe demasiada división de criterios al respecto y, en todo caso, frente a las circunstancias actuales, es posible que el precio de la compañía no sea el mismo que el de hace dos años.

Para efecto de mejorar las condiciones de inversión se requiere que el Gobierno acelere el denominado PIPE 2.0. Al menos sería ello un alivio en medio de la declinación económica, cuyo fondo parece aún no haberse tocado. De lo que se trata en la empresa privada es de tener las garantías de estabilidad para proyectar los negocios hacia el futuro. Ello no se ha podido, no sólo por la constante fluctuación en la tasa de cambio, sino igualmente porque las perspectivas del precio del crudo han vuelto a caer. Se dice comúnmente que con la depreciación del peso gana el sector de las exportaciones. No obstante, el desbalance comercial colombiano, donde preponderan las importaciones, demuestra el grado de afectación. Del mismo modo, la inversión extranjera en el país ha disminuido sustancialmente, tanto en cuanto ella se refería principalmente al sector petrolero y minero, hoy en crisis.

La combinación de la tendencia inflacionaria, depreciación importante del peso colombiano en un corto lapso y recorte de la inversión pública y privada, adobadas con el incremento tributario, puede ser el peor de los antídotos para enfrentar la confirmada desaceleración económica. Lo que se necesita, por el contrario, es reducir el gasto estatal, controlar la inflación como mandato constitucional y salvar la fluctuación del dólar.

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