El desafío sintético

El aumento de consumo de drogas sintéticas entre los jóvenes prende las alarmas en el mundo.

Los delincuentes dedicados a la industria de las drogas sintéticas no cejan en su criminal tarea. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha venido advirtiendo sobre la creciente expansión de estos narcóticos en el mundo.

De acuerdo con su Oficina contra la Droga y el Delito (UNODC), la cantidad de nuevas sustancias incautadas ha aumentado notablemente, en especial en Norteamérica.

Se calcula que solo el año pasado, en el mundo, cerca de 40 millones de personas consumieron alguna de estas moléculas de diseño, cifra superada únicamente por la marihuana natural. Pero la verdadera dimensión de este mercado es difícil de determinar, lo que, de paso, imposibilita enfrentar el problema.

Para la muestra está que, en algo más de un año, estas mismas entidades evidenciaron que las drogas sintéticas conocidas pasaron de 251 a 348, y que la mayoría se comercializan por la red como productos cotidianos, sales de baño o fertilizantes, transados con la moneda electrónica bitcoin para encriptar la identificación de las operaciones.

Por supuesto, la situación no es ajena a Colombia. Esta semana se informó de la circulación entre jóvenes de la llamada marihuana sintética, más conocida como 'Spice' o 'K2', se dice que 100 veces más potente que la marihuana corriente, y que ha despertado alarmas en Estados Unidos y Europa por haber sido relacionada con muertes entre sus adeptos, mientras las autoridades, una vez más, se encuentran desarmadas en conocimiento y en normas para cumplir su tarea. Preocupación que debe ser extensiva, para empezar, a otros 60 canabinnoides sintéticos, camuflados como sahumerios o especias, entre otras modalidades, que a lo mejor ya circulan entre consumidores locales.

De ahí que urge recuperar el rezago en técnicas e ilustración para saber, al menos, qué ingieren los menores. Todo sobre la base de que en esta carrera los fabricantes siempre estarán adelante y que la prevención seria, desde los hogares, los maestros, las autoridades y los organismos involucrados, es la herramienta más eficaz para atajarlos. El país debe entender que la drogadicción es un problema de salud pública. Tratarlo de otra forma es continuar perdiendo la batalla.

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