El narco y los economistas

Para Colombia, la guerra contra las drogas más que una guerra para evitar que unos criminales exporten cocaína, es una guerra para evitar que unos criminales gobiernen directa e indirectamente largos pedazos de la sociedad.

A los economistas en Colombia cada tanto les hacen la misma pregunta: ¿cuánto dinero ingresa producto del narcotráfico? Luego de plantear las más diversas metodologías y de desestimar los cálculos de sus colegas, llegan a la conclusión de que el monto no es tanto como la gente del común se imagina. Entre el 1 por ciento y el 3 por ciento del PIB, máximo el 5 por ciento en las épocas de los carteles. El caso es, como bien coinciden, que Colombia no es una narcoeconomía.

Sin embargo, a los economistas no se les ocurre responder a la pregunta obvia que se deduce de sus hallazgos. Si el peso de la droga en la economía es tan bajo, ¿por qué causa un conflicto, una corrupción del sistema político y unas transformaciones sociales tan extremas? Lo que no han podido explicar es por qué una actividad que es poco significativa en lo económico pesa tanto en lo social y lo político.

Finalmente, el lunes en El Espectador uno de los economistas más reputados del país, Santiago Montenegro, se atrevió a decir que “mucha gente preferiría negar o ignorar la presencia en nuestra economía de la economía ilegal. Pero sería muy torpe hacerlo porque este sector ha sido un factor crucial en la historia de nuestro país desde hace más de 30 años”. Montenegro señala que las cuentas del narco tienen que comprenderse desde su articulación con otros sectores de la economía. Por eso lo que es poco en términos porcentuales es mucho en la práctica.

Pero falta más para tener una respuesta satisfactoria sobre las magnitudes económicas del narco. Hasta ahora, los economistas han reducido sus efectos políticos a la financiación de guerrillas, paramilitares y políticos. No han reparado que en ciertas comunidades el narco no solo financia a quienes gobiernan sino que en sí dicta la forma de gobierno. Allí los mercados giran alrededor de sus excedentes y quien los controla necesariamente se ve envuelto en el control de la sociedad.

Dicho de otro modo, para Colombia la guerra contra las drogas más que una guerra para evitar que unos criminales exporten cocaína, es una guerra para evitar que unos criminales gobiernen directa e indirectamente largos pedazos de la sociedad. La respuesta que deben los economistas es cuánto tiene que ser el peso de las rentas de la droga en una sociedad, sobre todo en las regiones, para que su forma de gobierno se criminalice. Solo así se sabrá cuánto es mucho y cuánto es poco.

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