Maxidevaluación y librecambio

A nadie se oculta la racha neoliberal y de desmonte de los mecanismos de protección que viene prevaleciendo en el último tiempo.

Tras varias semanas de sufrir aguda bronquitis, con visos de neumonía, vuelvo a ocuparme del curso veloz de los acontecimientos, de cuyos episodios principales tuve noticia entre gallos y medianoche. Con asombro, no pude menos que enterarme de cómo las fuerzas del mercado impulsaban travesuras jamás consentidas, sin nada que las retuviera o moderara.

A la memoria venían los recuerdos de las experiencias aleccionadoras del New Deal en tiempos del presidente Franklin D. Roosevelt, así como de las enseñanzas inmarchitables de John Maynard Keynes o de las políticas modernizadoras aplicadas en Colombia para superar el crac de 1929 y otros descalabros de parecido estilo. Sabíamos qué hacer en tiempos de crisis, generales o cambiarias, a contrapelo de sus corrientes negativas.

Ahora también se sabe cómo enfrentar aun las más severas, pero se prefiere dejarlas a su libre albedrío en la esperanza de que traigan sus propios correctivos. Era lo que pensaban el presidente Hoover y los miembros de su equipo de Gobierno en los Estados Unidos, entonces de predominio y corte republicanos.

No de otra manera puede interpretarse la actitud hierática de alguien tan idóneo y prestigioso como el gerente del Banco de la República, Jota D. Uribe, viendo impasible cómo avanza, a grandes zancadas, la maxidevaluación. Alcanzó la cima de los 3.000 y sigue su marcha, ojalá no con simples paradas estratégicas. Como si el precio de la moneda nacional fuera cosa de poca monta.

Este alarde de optimismo pareciera ser vestigio de la aureola que hipotéticamente distinguiría a la economía colombiana, con base en la recomendación anterior de la firma J. P. Morgan de invertir en sus títulos de deuda pública. Sin contar con que esa recomendación se sustituyera ahora por la voz de alerta a su supuesta vulnerabilidad a los embates externos, dada su dependencia del petróleo y de la inversión extranjera.

Esta circunstancia, sumada al cada vez más grande déficit en cuenta corriente, generó el cambio de apreciación y posición en los vaticinios de esa influyente firma. Observaciones y advertencias las suyas, coincidentes con las que aquí en Colombia repetidamente se formularan.

A nadie se oculta la racha neoliberal y de desmonte de los mecanismos de protección que viene prevaleciendo en el último tiempo. Curiosamente, en extraña coincidencia con la de extremo signo antagónico, pero más acentuada y compartida, al menos en los organismos rectores. De pronto, se ha vuelto anatema cuanto huela a proteccionismo de ramas productivas nacionales, sin perjuicio del designio teórico de impulsar la industrialización.

Ventoleras de la misma laya acabaron con prósperas empresas metalmecánicas. Como se arruinó previamente a las textileras en aras de las nostalgias librecambistas de don Florentino González. En libro muy ilustrativo de L. E. Nieto Arteta se explica cómo se frustró el tránsito de los pujantes talleres coloniales a sus correspondientes en la etapa fabril. No se alcanza a explicar, sin embargo, las argucias que frustraran buena parte de los ideales de la fundación de la Universidad Industrial de Santander (UIS).

Viéndolo bien, la ola librecambista de nuevo cuño empata con las iniciativas que con este objetivo van insinuándose y con la actitud de dejar funcionar los mecanismos del mercado.

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