Un país intoxicado

El país sigue en mora de tomar en serio el problema, cada vez peor, de la contaminación por culpa de la minería descontrolada. A las muchas alertas prendidas desde hace tiempo se sumó hace poco el Estudio Nacional del Agua 2014, liderado por el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam).

Las cifras son frustrantes: al año, 205 toneladas de mercurio son vertidas al suelo y al agua de los ríos a nivel nacional. La calidad del agua que resulta afectada con material biodegradable, no biodegradable, nutrientes, metales pesados y mercurio se concentra en cerca de 150 municipios. Los colombianos están en riesgo de estar consumiendo alimentos contaminados con mercurio, plomo y cadmio.

Los riesgos no son menores. En el caso del mercurio se sabe que puede provocar alteraciones en el desarrollo de los bebés. El plomo afecta profundamente el sistema nervioso. Y el cadmio puede desembocar en cáncer de pulmón, cáncer de próstata e insuficiencia renal. Uno de cada cuatro colombianos muere debido a causas ambientales. Además, como lo denunciaron varios estudios publicados en El Espectador la semana pasada, hay pruebas de niveles de mercurio entre poblaciones indígenas que son superiores al máximo fijado por la Organización Mundial de la Salud, y de que las mujeres que viven en distritos asociados a la explotación de oro presentan una mayor irregularidad en la menstruación y que la contaminación ha llegado también a las zonas urbanas.

¿Qué se puede hacer? Para empezar, es razonable la petición que han hecho varios investigadores, incluyendo una persona que trabaja en el Ministerio de Salud: necesitamos ya un sistema de vigilancia de contaminantes ambientales y planes para el control de los efectos del mercurio.

Pero el tema no se puede detener ahí. Aunque el Gobierno ha demostrado, en el discurso y en las iniciativas legislativas, un interés por enfrentar este tema, ya hemos dicho en este espacio que sus soluciones son insuficientes e ineficaces. Más aún, cuando el precio del dólar modifica los planes económicos, no puede olvidarse que en el bienestar de nuestro ambiente está nuestra viabilidad futura como país, y, de paso, de buena parte del mundo, pues Colombia es una reserva natural casi sin igual. Ojalá los compromisos se cumplan y se tomen medidas que, si bien deban sacrificar beneficios económicos en el corto plazo, aseguren la salud del ambiente. Estaremos muy pendientes del anuncio que haga próximamente el Gobierno sobre la cumbre climática que se viene antes de fin de año.

No entendemos, tampoco, la falta de escándalo entre la población colombiana por estos hechos. ¿Cuándo piensa sacudirse el país y darse cuenta de que, como lo han dicho varios columnistas e investigadores, nos estamos intoxicando? Este es un desastre que se cocina a fuego lento, pero las señales están claras y los efectos son cada vez peores. La atención de la ciudadanía se necesita pues este es uno de los principales retos que afronta la humanidad.

Hay que actuar pronto y con contundencia.

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