Ojo con la provocación aérea

Sin caer en provocaciones, pero manteniendo alta la guardia, el Gobierno requiere serena firmeza y coordinación interna.

Mientras los cancilleres de Colombia, Venezuela, Ecuador y Uruguay posaban como hermanitos sonrientes en una ronda navideña, todos ellos cogiditos de la mano desde Quito, como preámbulo de un escueto comunicado en el que nos informaron que no se había podido concretar la reunión entre Santos y Maduro, dos aviones militares venezolanos se internaban sin autorización en el espacio aéreo soberano de Colombia.

Este episodio recuerda el pasado no muy remoto, cuando los rusos violaron a la ida y a la vuelta nuestro espacio aéreo, en una desafiante travesía Moscú-Caracas-Nicaragua. Los casi inaudibles reclamos de Colombia fueron ignorados y se sentó un mal precedente, asociado con la imagen de una diplomacia temblorosa que hoy cosecha, a punta de soledades e incomprensiones, su siembra de escurridas de bulto y pasadas de agache.

Pero esto es más grave. El Ministerio de Defensa informó a la opinión pública, a través de un comunicado, que dos aeronaves militares venezolanas ingresaron inicialmente 2,9 kilómetros dentro del espacio aéreo colombiano en la zona de Majayura y posteriormente sobrevolaron, léase bien, una unidad militar del Ejército Nacional en la región de La Flor, para perderse rápidamente en dirección de Castilletes. La compleja situación fronteriza hace altamente improbable que el incidente sea producto de un error de los pilotos venezolanos.

Así las cosas, aunque quisiéramos hondamente que no fuera así, con realismo debemos entender que esta crisis tiene también una dimensión militar, frente a la cual debemos estar preparados con serena sabiduría para evitar provocaciones peligrosas, y con la firmeza necesaria para defender la soberanía nacional cuando sea indispensable. Ojalá las compras militares de los últimos años en Colombia hayan sido las correctas.

El comunicado de Mindefensa sugiere un inconveniente peloteo entre entidades que deberían trabajar coordinadamente. Parece que le trasladara, con constancia pública, una papa caliente a la Cancillería, como si pertenecieran a gobiernos distintos. Habría sido deseable, más bien, un comunicado unificado del Gobierno en el que se indicara qué camino se va a seguir.

El tema no es de poca monta y, más que nunca, exige un gobierno presente, atento, comprometido, con reflejos agudos y que actúe coordinadamente. No obstante la profundidad de su crisis, el régimen venezolano ostenta un importante poderío militar. Bien lo advirtió la revista Semana cuando galopaba la crisis del 2009 en las relaciones colombovenezolanas y el entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez, completaba su lista de compras de material de guerra.

Recordaba entonces Semana que un cazabombardero Sukhoi puede llegar a Bogotá en 20 minutos, lanzar misiles a tierra con sensores de alta precisión y volver a Caracas sin reabastecerse. Y, de fuentes diversas, se establecía que, además de los Sukhoi, las compras bélicas incluían helicópteros MI, lanzamisiles S-300, tanques T-72-81, vehículos blindados BMD-31, camiones Steyr y fusiles Dragunov y Kalasnikov por centenares, entre otros.

Como si todo lo anterior fuera poco, el secretario de Gobierno de La Guajira denuncia una nueva modalidad de agresión por la Guardia Nacional en el Zulia, el portal Pulzo informa sobre detención masiva de colombianos, en la televisión se advierten movilizaciones de tropas y tanques, y se complica la situación en la frontera con Ecuador.

Tras la infame condena a Leopóldo López –sobre la cual nuestro gobierno no ha pronunciado una sola sílaba–, se confirma que el régimen de Maduro no conoce de límites a la hora de aferrarse al poder. El conflicto con Colombia hace parte de ese juego, por lo cual es equivocado mantener la misma línea diplomática de los últimos 5 años frente a Venezuela. Para enfrentar esta crisis hay que arrancar por ahí, y no parecen haberlo entendido del todo.

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