El País por un nobel

El show de las guayaberas blancas montado hace quince días en La Habana por el presidente Juan Manuel Santos, para anunciar con bombo y platillos el trascendental acuerdo sobre Justicia Transicional, y el discurso de la ONU, en el que le notificó al mundo con ese dejo de docente repetitivo que suele usar cuando cuenta con la ayuda del telepromter, que gracias a ese histórico acuerdo “en Colombia, en menos de seis meses, repicarán las campanas que anuncien la hora de la paz”, fueron las estrategias utilizadas con el fin de demostrar que ya hizo méritos suficientes para que hoy le otorguen su anhelado Premio Nobel de Paz.

Sin embargo, las cosas no han salido tan bien como tenía presupuestado.

Porque todo parece indicar que, entre el apremio del tiempo y la ceguera que producen la vanidad y la codicia, al presidente Santos le pasó lo mismo que a Simón, el bobito del Congreso: que olvidó leer lo que firmó. O, tal vez pensó que con echarle un vistazo al resumen presentado para la firma en sainete de las guayaberas, era más que suficiente.

Y no fue sino hasta ahora, cuando empezaron a salir apartes de lo pactado y de allí, los cuestionamientos y reclamos para su publicación, que el presidente Santos se percató de la totalidad del contenido del acuerdo. Esos 75 puntos sin duda elaborados cuidadosa y ambiguamente que no solo asegurarán la impunidad absoluta de los narcoterroristas de las Farc, sino, también, que les permitirá vengarse (con ayuda de la tal Corte Especial), de todos aquellos que alguna vez osaron criticarlos o perseguirlos. Colada en la que caemos prácticamente todos los colombianos que no fuimos capaces de apreciar sus encomiables pretensiones políticas y sociales y que, naturalmente, encabeza el expresidente Álvaro Uribe y de la que no escapa ni el mismísimo presidente Santos, que tiene a su haber las órdenes de los bombardeos que acabaron con la vida de varios de los cabecillas de la angelical agrupación.

Pobrecito, víctima de su propio invento. ¡Goleado y con autogoles!

Y el presidente no halla cómo rebasar semejante atolladero y sale al paso diciendo que “no hemos terminado el punto, hay todavía algunos vacíos…”, y trata de mostrar autoridad cuando afirma que “no se va a dejar presionar de algunos medios de comunicación, o de las propias Farc, o de los opositores del proceso, para publicar algo que no está totalmente terminado, porque sería una falta de responsabilidad”, todo esto mientras del otro lado, alias “Timochenko”, sabiéndose dueño de la sartén y ya con ínfulas de jefe de Estado, asegura que en ese acuerdo no quedaron “espacios en blanco para ser llenados después” y que “si a lo que firmamos se le cambia una coma, es una pedrada en la vitrina”. Tiene al presidente en sus manos.

Tanto hizo Santos por hacer aparecer a los narcoterroristas como iguales, tanto les cedió, tanto se les agachó, que ahora, hasta el soñado galardón, si es que se lo conceden, les va a tocar por igual.

Entre los 273 nominados (68 organizaciones y 205 personas), hay verdaderos merecedores de tan alto reconocimiento que espero sean recompensados.

Compartir premio con alias “Timochenko” sin duda sería una gran vergüenza, pero, nunca comparable al deshonor de haber entregado el país por un Nobel.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar