El TPP: no todo lo que reluce es oro

Las grandes empresas o fortunas no son un producto natural del mercado, sino de monopolios de patentes y 'copyright'.

El Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) es el mayor tratado comercial firmado hasta hoy. Son 12 países –Canadá, México, Perú, Chile, Singapur, Brunéi, Vietnam, Malasia, Corea del Sur, Japón, Nueva Zelanda y Australia– que suman 800 millones de personas, representan el 40 % del PIB mundial, y el 30 % de las exportaciones globales. Las ganancias netas rondarían los US$ 295 billones al año y sería la región de mayor crecimiento hasta 2040. De paso, queda claro la ridiculez de las guerras. La de Vietnam, que a EE. UU. le costó 60.000 muertos y el 9 % del PIB, se hizo “contra el comunismo” que hoy se vuelca en paz, sin necesidad de conflictos armados, al capitalismo.

Si sumamos la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP), a ser firmado con la Unión Europea, y el Acuerdo en Comercio de Servicios (Tisa), EE. UU. crearía una zona de “libre” comercio compuesta por 53 países, 1.600 millones de personas y dos tercios de la economía global. Obviamente la iniciativa TPP-Tisa-TTIP, recibe críticas de rivales como Rusia en tanto que el Gobierno chino dijo que estudiaría incorporarse pero, por ahora, compite con su Área de Libre Comercio Asia Pacífico (FTAAP).

Ahora, ¿por qué se realizan estas costosas negociaciones en lugar de simplemente levantar las barreras unilateralmente? Porque los políticos y burócratas no están dispuestos a ceder todo: quieren asegurarse de que no todo se liberará. En el TPP en cuestión, el punto más sintomático es el de la extensión de los plazos de patentes de medicamentos. Médicos Sin Fronteras (MSF) ha dicho que “ponen en peligro la salud de millones de personas” ya que fortalecerán y crearán nuevos monopolios disminuyendo la oferta de genéricos solo para beneficiar a pocas farmacéuticas.

A ver. Es el mercado –las personas interactuando pacíficamente– quién determina la propiedad. Por caso, al comprar un automóvil el vendedor lo entrega a cambio de dinero. Así, se define la verdadera y única titularidad de una cosa. Ahora, si la “propiedad” resulta de una “ley” coactivamente –––vía monopolio de la violencia– impuesta por el Gobierno, significa que no se daría naturalmente, por tanto, es ilegítima.

Así, la ley que “protege las patentes” es una violación de las reglas del mercado. Esta “propiedad intelectual” suelen ser monopolios garantizados a grandes grupos económicos esgrimiendo que el libre flujo de las ideas desincentivaría la creatividad cuando, por el contrario, la libertad provoca que, sobre trabajos ya realizados, se sumen otros impulsando exponencialmente el desarrollo.

Por caso, según los historiadores, Thomas Edison era un astuto “patentador”. La lámpara incandescente, en rigor, solo fue perfeccionada por él y el anterior “patentador”, Joseph Swan –que tampoco fue el primer inventor–, obtuvo la primera patente en Gran Bretaña, en 1878, un año antes que Edison y lo llevó a las cortes británicas que le dieron la razón. Edison con más de mil patentes hizo fortunas.

Las patentes y ‘copyrights’, para ser legítimas, deben definirse dentro del mercado resultando de acuerdos voluntarios entre las partes, porque otra cosa sería violar el derecho de propiedad natural. Así las exageradamente grandes empresas o fortunas no son un producto natural del mercado. Bill Gates, por caso, hizo sus millones gracias a los “copyright” de Microsoft, que son monopolios “intelectuales” impuestos por el Gobierno.

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