¿Por qué se va Mister Brown?

“¿POR QUÉ? —LE PREGUNTÉ A MISTER Brown— abandonaba el país cuando dentro de escasos cinco meses supuestamente se va a firmar la paz?”.

“En realidad el conflicto o la ausencia del conflicto poco o nada tiene que ver con nuestra inversión… llegamos a Colombia en medio del conflicto, y no sería lógico irse cuando se acerca el fin del conflicto”, contestó Mister Brown y, para subrayar su argumento, añadió: “los mayores flujos de inversión que ha tenido Colombia, entre el 2008 y el 2014, han sido precisamente en un período en que el conflicto ha estado en todo su apogeo. Claro está que sería preferible que cesaran las voladuras, extorsiones y vacunas, pero ¿quién garantiza que las Bacrim y los reductos de los bandidos no hereden las actividades criminales de las Farc? Los flujos de inversión se determinan casi de manera exclusiva tomando en cuenta el riesgo y el retorno. Si bien con la firma de la paz existen algunas posibilidades de mejoría en el riesgo operativo, simultáneamente se presentan dudas referentes a la seguridad jurídica y la estabilidad en las reglas de juego”.

“Para el inversionista —agregó Mister Brown—, la parte más delicada es que el retorno sobre la inversión en Colombia se está esfumando, no por razones exógenas sino por decisiones endógenas. Es decir, nos preocupa menos la pasajera desaceleración de China que el hecho que en Colombia el nivel de utilidades para repatriar ha disminuido de manera significativa. Los impuestos que se pagan aquí no se compadecen con la escasa inversión que el Estado adelanta con dichos recursos. Adicionalmente a los tributos desmedidos, y a la creciente corrupción a todo nivel —que es un impuesto adicional que todo inversionista debe pagar— cada día se hace más costoso y complicado hacer negocios en Colombia. La asfixiante burocracia y la demora en el otorgamiento de las licencias como las ambientales —que pueden durar entre cuatro y seis años—, aunado a la capacidad de ciertos grupos como las etnias y las comunidades de bloquear todo desarrollo, en nada contribuyen al apetito de invertir”. A continuación el inversionista enfatizó: “Resulta incoherente que los derechos que le otorga un ente del Gobierno nacional, como es el Ministerio de Minas, de manera inmediata los pueda anular o revertir otro Ministerio como el de Ambiente o el del Interior”. Para Mister Brown es inexplicable que, mientras se decide si puede o no adelantar el proyecto, “de todas formas nos obligan a los inversionistas a pagar por la licencia y los permisos. Esta falta de coherencia del Estado es lo que hace que no queramos seguir invirtiendo en Colombia”.

“No se olvide amigo —me dijo Mister Brown al despedirse— que si otro país como México o Perú le ofrecen al inversionista mejores retornos con menos o igual riesgo, la decisión de abandonar a Colombia se facilita enormemente”.

Expuestas las razones que han llevado a Mister Brown a abandonar el país, es oportuno dos aclaraciones: la primera es que no existe un solo Mister Brown. El nombre es una amalgama de media docena de inversionistas que de alguna u otra forma le han expresado a este columnista su deseo de abandonar el país. La segunda aclaración es que el autor de esta nota —que comparte muchos de los temores que expresan los extranjeros—, y a pesar de las arbitrariedades de algunos funcionarios, no tiene la menor intención de abandonar el país. Si no lo hizo cuando la cosas estaban color de hormiga, mucho menos lo va a hacer ahora cuando no hay alternativa distinta que empujar al unísono la carreta.

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