Presidente Santos, ¿acelerando por el Nobel?

Puertas adentro, en el propio Comité Noruego, ¡la paz brilla por su absoluta ausencia!

De tan largo, oneroso y tedioso proceso que “sería cuestión de meses”, según el presidente Santos y sus obedientes pacifistas de nómina, solo veo algunos aspectos muy concretos: la propaganda de evangelización ha sido perfecta, ¡impecable! Muchos que no estaban de acuerdo al comienzo hoy lo están, los inseguros ya comulgan con la nueva “paz”, los obstinados han comenzado también a dudar y las encuestas están en su mejor punto para la vanidad de este gobierno. Otros, abyectos e impíos como yo, ¡no sabemos aún a dónde llevará al país el capricho personal del presidente Santos por el Nobel de la Paz!

Por cierto, señor Presidente, déjame preguntarle algo sin ningún protocolo presidencial: ¿este año está más opcionado que el anterior, o mucho más obsesionado?

Para esta segunda oportunidad, presidente Santos –con las montañas de dinero invertidas en la propaganda del proceso, tan agresivo ‘lobby’ jamás visto e impulsado por los limacos de la “paz” en el Congreso, los incautos ágilmente convencidos, las vacas sagradas del periodismo bien engullidas, estratégicos países visitados en el momento oportuno–, le recomiendo que prepare de nuevo dos agendas, tres, cuatro; mejor dicho, ¡las que hagan falta! Nunca se sabe, y qué mejor forma de prever todo que fajarse unas “bonitas palabras” para la “paz” y, por qué no –ya que estamos a metros del nuevo paraíso–, le sugiero unas líneas a dos manos con 'Timochenko'. ¿No le parece, señor Presidente? Esa “gloria” estratégicamente abonada y endulzada, estimo, merece ser también compartida –como la foto– con el anacrónico emperador de la manigua, quien, pese a tanto bombo de la “publicitaria reconciliación” –según él–, nunca pedirá perdón.

El pasado 23 de septiembre, EL TIEMPO publicó la infografía del proceso con las Farc y, efectivamente, desde el 23 de febrero del 2012 hasta el sol de hoy –reitero–, no ha sido cuestión de “unos meses”; mas, ¿por qué instalaron exactamente en Oslo el proceso con las Farc un mes de octubre? ¿ No podía hacerse directamente bajo la condición de nuestra folclórica idiosincrasia política en el catamarán cubano? ¿Casualidad? No lo creo. Los ojos del mundo aún estaban puestos en los premios otorgados para ese año y el Comité Noruego continúa reunido después de los respectivos anuncios. Pero, desde Oslo, para la antología histórica de lo que nos esperaba con esta pantomima de la “paz” quedaron las hirientes estrofas de “quizás, quizás, quizás…” interpretadas por el bufón de Jesús Santrich, cuando un periodista de televisión española le preguntó si las Farc estaban dispuestas a pedir perdón. Desde ese día prácticamente todo ha sido una espectacular bajada calzones por parte del Gobierno.

Ahora bien –desde mi punto de vista–, el presidente Santos tiró muy bien las cartas para generar eco mediático con su proceso en tan suntuoso lugar como la cuna del Nobel; además, muchos medios internacionales mordieron el anzuelo; pero… puertas adentro, dentro del propio Comité Noruego, ¡la paz brilla por su absoluta ausencia!

En abril del presente año, el periódico Le Monde publicó un extenso reportaje sobre el escándalo suscitado por Geir Lundestad, exdirector del Instituto Nobel, a quien se le acusó de violar el código de silencio que todos los integrantes del Comité deben respetar.

Ludestad escribió un libro titulado 'Secretario de la paz', el cual tuvo repercusiones dentro de la propia organización, y el actual director, Kaci Kulleman, acusó a Lundestad de cometer una “clara violación”, pero lo interesante de todo esto (además del propio escándalo) es ver cómo –por “milagrosa” coincidencia– las fechas más importantes de reuniones del Comité eran tan solo días después de las “informaciones más importantes” o de primera página del proceso con las Farc. ¿Casualidad o intención premeditada? Saquen sus propias conclusiones.

Dicho libro “revela” lo que para muchos no es un secreto, pero que alimenta muy bien todo el espectáculo que cada año gira en torno al galardón; por ejemplo: el premio para Barack Obama fue una gran equivocación a tan solo nueve meses de su primer mandato con el mundo entero hecho un polvorín y muchas promesas aún por cumplir. Que a Yasser Arafat jamás se lo debieron dar y que el premio entregado a Liu enfureció a los chinos produjo una congelación de las relaciones diplomáticas con Noruega en la cual se vieron afectadas las exportaciones de salmón hacia el gigante asiático. Y ni qué decir de la patética historia de Rigoberta Menchú que tantas veces he señalado en este espacio.

Nosotros –por el momento–, sigamos hipnotizados con el carnaval de la “paz”, sus fotos y sus pueriles espectáculos mientras el Gobierno da bandazos de información en lo pactado y moja prensa internacional para verse coronado.

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