¿Una tregua bilateral?

El presidente Juan Manuel Santos plantea aceptar una tregua desde el 1º de enero. Las condiciones se pactarían. Mientras tanto, ¿el Eln fulmina militares como el domingo? Riesgos de un cese bilateral.

Cuando el jefe de una fuerza armada, en medio de una confrontación, ordena a sus tropas cesar sus ataques, debe tener la máxima claridad sobre las razones de su decisión: ¿el enemigo está próximo a rendirse? ¿Se trata de un acto de reciprocidad para que ambas fuerzas se recuperen y reorganicen? ¿Hay diálogo y concertación para sortear las causas de la confrontación? ¿Es la treta habitual para sacar a un herido importante del área de operaciones? Lo que aquel jefe determine, en medio de la batalla, es decisivo. Ganará o perderá.

Las Farc llevan alrededor de tres años de proponerle al presidente de la República un cese bilateral, tal cual se da la orden a las tropas: “¡Alto el fuego!” El Gobierno, por razones más que entendibles, se ha opuesto. Hay sobrados argumentos militares y políticos.

Sin haber negociado un porcentaje irreversible de la Agenda para el Fin del Conflicto, cómo darles la orden a las tropas oficiales de parar contra un enemigo que, además, en medio de sus “ceses”, siguió disparando. Basta recordar el 14 de abril pasado en Buenos Aires, Cauca, cuando las Farc mataron a 10 soldados en el ataque a una pasiva base militar. El país se indignó y se preguntó: “¿no dizque había tregua?”. Ahora, hay 11 soldados y un policía muertos en Güicán, Boyacá, por una agresión del Eln, según el Gobierno.

El Ejecutivo estaría abocado, sobre la base de una reducción cierta de las acciones militares de la guerrilla, a revisar su ofensiva y a analizar qué tan conveniente es, para el conjunto de su estrategia militar y de seguridad nacional, suspender las operaciones contrainsurgentes. Lo ideal no sería el primero de enero sino el primero de diciembre, porque la Navidad es la época de mayor concurrencia de familias y comunidades en torno a los festejos. Eso lo definirían las partes, con el beneplácito de la sociedad colombiana.

A lo que queremos apuntar es a que El Arte de la Guerra “se basa en el engaño”. Y es ese engaño el que ha puesto en práctica la insurgencia colombiana. Sin respetar a los civiles. Sin respetar los tiempos de los ejércitos para reacondicionarse. Sin respetar las posiciones y las circunstancias de superioridad o inferioridad. Sin respetar -oh desacreditador- su palabra de no atacar al enemigo.

El presidente Juan Manuel Santos no puede ser ingenuo en estas materias: una cosa son los deseos políticos y otra la realidad militar de tratar con un contrario (la guerrilla) que, debilitado en todos los rincones del mapa nacional y deseoso de golpes de propaganda, sería capaz de matar y rematar como lo acaban de hacer en Güicán supuestos miembros del Eln.

El Presidente debe verificar, con el ánimo bien intencionado de una Navidad pacífica para los colombianos, y sin extraviar el libreto de los balances militares favorables para el Estado colombiano en los últimos diez años. ¿Es procedente o no una tregua bilateral?

Debe recordar Juan Manuel Santos, jefe supremo de las Fuerzas Armadas, que cualquier error suyo será una falla superior. Una de esas derrotas irreversibles en el marcador de la guerra. Sobre todo en la idea de impedir cualquier fisura a nuestro Estado y a nuestra institucionalidad.

La tregua tal vez sea un asunto para considerar si el proceso muestra avances definitivos. Pero no puede ser, en cualquier circunstancia, una señal de debilidad y claudicación.

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