De fútbol y economía

Lo sucedido con la dirigencia del fútbol nacional refleja lo que pasa con algunos de los administradores de nuestra economía, y es que les importan un bledo los bienes encomendados.

Se ufanan de la millonaria contratación de James Rodríguez, pero esconden centenares de jugadores profesionales de equipos nacionales mal pagos o sin paga. Al mismo tiempo, el Gobierno saca pecho con la multimillonaria inversión en la Refinería de Cartagena, pero esconde que su costo se quintuplicó y no se hizo dentro del plazo previsto, con enorme destrucción de valor para Ecopetrol.

Fanfarronean con el resultado de la Selección en el pasado Mundial de Fútbol, pero ocultan la realidad actual que compromete clasificar a Rusia. Al mismo tiempo, el Gobierno cacarea un crecimiento superior al promedio de la región este año, pero niega el abismo fiscal hacia el que nos conduce y que, debido al faraónico gasto público, disminuirá el ingreso disponible del sector privado por cuenta de más impuestos, frenando el crecimiento para los próximos años, en medio de una acelerada inflación, enterrándonos en estanflación: estancamiento con inflación.

Por su parte, los medios de comunicación nacionales dedican al fútbol el triple de su tiempo al aire de lo que le dedican a la economía, al tiempo que reseñan a las barras bravas que defienden a sus equipos, pero enfrían rápidamente a las amplias barras que defienden el patrimonio público como lo es Isagén, o a quienes denuncian el desfalco de algunos con los recursos de la salud, o con los recursos del cargo por confiabilidad en la energía, o con las nóminas paralelas en el Sena, o con los desbordados gastos en Procolombia y en la Financiera de Desarrollo Nacional, entre otras, o callan la falta de barras bravas para defender los billones administrados en fondos privados de pensiones y que pueden ahora ser objeto de autopréstamos.

Como en el fútbol, la política está toxicada de narcotráfico y corrupción, pero quien destapa la olla siempre son los gringos, porque acá el sistema judicial, al igual que algunos árbitros, están secuestrados por mezquinos intereses clientelistas y mercantiles. Entonces, así como en cada colombiano hay un director técnico de fútbol, ojalá la crisis que viene los obligue a entender más de economía pública. Menos circo y más pan.

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