Made in Colombia

Aunque no es secreto para nadie, a veces se nos olvida que el conflicto colombiano, en lo que concierne a la lucha contra la insurgencia y el narcotráfico, ha sido un negocio para muchos actores, incluyendo el Estado, las fuerzas militares y policiales de operaciones especiales, los fabricantes de armas, municiones y equipos, y los consultores “expertos”.

Más allá de sus devastadores costos económicos, sociales y humanos, la guerra ha dado lugar a un extenso andamiaje productivo y epistémico que la proximidad del posconflicto está obligando a ser reconvertido y/o promovido en el exterior.

La muerte reciente de 10 soldados colombianos que combatían los rebeldes houthi en Yemen portando uniformes sauditas, resalta una de las formas en las que el “éxito” de Colombia ha comenzado a alimentar distintas prácticas y redes globales en materia de seguridad. Desde 2010, hasta 3.000 miembros del Ejército y la Policía, muchos de ellos con entrenamiento élite, han sido reclutados por Emiratos Árabes Unidos para integrar su propia fuerza pública. Además de su rol como mercenarios, distintos oficiales colombianos (entre ellos el general (R) Óscar Naranjo) se han convertido en asesores de gobiernos y empresas privadas alrededor del globo.

La cooperación internacional en seguridad se ha tornado un punto neurálgico de la política exterior, en especial durante el gobierno Santos. Para finales de este año, Colombia habrá capacitado alrededor de 30.000 personas de unas 70 nacionalidades en temas relacionados con drogas ilícitas, prevención y control de fenómenos criminales, etc. En Centroamérica, la experticia criolla es “apalancada” por Estados Unidos, que busca los dividendos de su inversión en el Plan Colombia mediante la triangulación con nuestro país. Ésta ha sido promovida por Bogotá y Washington como una forma más efectiva en cuanto a costos y menos controversial en términos políticos de atender la “epidemia” de inseguridad que sufre la subregión. Colombia abrió una nueva embajada en Ghana en 2014 con miras a aumentar su portafolio de cooperación en seguridad en África Occidental, ruta clave de tránsito del tráfico de drogas hacia Europa.

La empresa estatal, Indumil, viene realizando un proceso de reconversión con miras a manufacturar más productos civiles (incluyendo la pistola Córdova, desarrollada y producida en un 100% en el país para uso policial y privado) y a exportar el material bélico que sigue produciendo. De igual forma, las circunstancias han hecho de Colombia un especialista en blindaje de vehículos, chalecos antibalas y botas antiminas. En sí, la exportación de la seguridad made in Colombia no es buena ni mala, aunque el secretismo que rodea la mayoría de sus componentes hace sospechar de sus posibles vicios. En la medida en que su importancia y visibilidad crezca de la mano de la construcción de la paz, es nuestro deber como analistas, activistas, ciudadanos y contribuyentes conocer y ejercer veeduría sobre lo que distintos agentes, sobre todo los públicos, hagan en el mundo.

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