Matanzas sin fin

La democracia más poderosa del mundo no se pone de acuerdo sobre endurecer los controles a la venta de armas, debate que sale a la luz cada vez que hay una masacre allí: 39 este año.

Desde la matanza del 13 de noviembre en París, cuya motivación anclada en el terrorismo islamista se determinó casi de inmediato, se advierte una mayor sensibilidad frente a esta forma de asesinato indiscriminado, que unas veces escoge víctimas sólo por el hecho de ser nacionales de un determinado país, otras veces por estar en algún lugar simbólico, o por el extremo ya recurrente de matar a quienes se encuentren pasando por la calle.

Tan pronto se tiene noticia de un ataque armado la respuesta política y social tiene manifestaciones diversas según el origen de los atacantes, si pertenecen a una de las redes ya reconocidas de terrorismo internacional, o si corresponden a lo que se denomina “lobos solitarios”.

La reacción a los actos terroristas de París provino de todo el mundo, y activó mecanismos de cooperación militar y de inteligencia policial de las grandes potencias. Es comprensible. Así no haya consenso sobre la forma más efectiva de atacar y prevenir este tipo de terrorismo, los Estados objeto de ataques sí saben, en cambio, que no pueden permanecer pasivos limitándose a divulgar discursos de tolerancia religiosa.

Pero en el caso de atacantes solitarios, también con numerosas víctimas, las consecuencias son otras. Y es precisamente Estados Unidos, la mayor potencia militar del mundo y el territorio en el que la presencia policial es abrumadora, donde confluyen las múltiples modalidades de amenaza. A la vez que son objetivo del islamismo radical (sea Al Qaeda o el Estado Islámico), padecen también el mayor número de víctimas mortales por atacantes estadounidenses, que prevalidos del acceso libre a armamento y bajo los más disímiles motivos, abren fuego en cualquier lugar, preferentemente centros de educación o empresas.

Dice la segunda enmienda constitucional, vigente en Estados Unidos desde 1791: “Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado libre, el derecho del Pueblo a poseer y portar armas no será infringido”.

Aunque algunos gobiernos, principalmente los demócratas, como el actual de Barack Obama, han intentado darle otro alcance a esa disposición constitucional, hasta ahora se han topado con fuertes murallas: la mayoría del partido republicano, el poderoso lobby de los fabricantes de armas y la Asociación Nacional del Rifle, pero también con la última palabra por parte de la Corte Suprema, que en junio de 2010 reiteró que esa enmienda constitucional no permite restricciones, y que los Estados de la Unión no pueden expedir legislación limitando ese derecho.

La más reciente matanza corrió por cuenta de una pareja: Syed Rizwan Farook y Tafsheen Malik. Antier acabaron con la vida de 14 personas en San Bernardino, California. Luego de la masacre, la policía encontró en su casa municiones y explosivos y la investigación la lleva el FBI bajo la modalidad de “antiterrorismo”.

La fiscal general de Estados Unidos, Loretta Lynch, dijo ayer que “así no somos nosotros, no son nuestros valores”. Pero los líderes políticos de ese país encuentran cada vez menos palabras justas para responder a miles de familias víctimas de los tiroteos. Según las cifras oficiales, en 2015 se han producido 39 masacres (es decir, aquellas con más de cuatro víctimas mortales). Y todo el mundo sabe que vendrán muchas más.

A pesar de haber una solución -parcial, pero lógica- que es acabar con la venta libre de armas, la democracia más poderosa del mundo sigue sumando muertes mientras un acuerdo sobre esa decisión sigue sin ser posible.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar