Venezuela, en horas decisivas

A las elecciones parlamentarias, hoy llega una Venezuela polarizada: oficialismo-oposición. Pero a todos, tensos como están, los agobian inflación, escasez, violencia y crisis petrolera. Jornada crucial.

Las elecciones de hoy en Venezuela tienen un escenario atípico en materia de encuestas: después de 16 años de control del oficialismo chavista, la oposición registra porcentajes muy favorables de intención de voto que le darían la mayoría parlamentaria en la Asamblea Nacional. Ante esas proyecciones se intensificó el lenguaje belicoso del presidente Nicolás Maduro que llamó a su militancia a ganar “como sea” y, en caso de perder, a que la revolución adquiera “un nuevo carácter” y a que la lucha continúe “en las calles”.

Ello habla de un país revuelto, en las divisiones ideológicas y las estrategias de un gobierno que, año tras año, ha intensificado un discurso incendiario de lucha de clases e intolerancia política con el interés de atornillarse en el poder, mediante el favor de masas populares movidas por odios sectarios y mediante la temeridad de acciones y mensajes intimidatorios.

Acaba de conocerse una encuesta publicada por el respetado Centro Pew, de Washington, de corte netamente civilista, que revela que el 68 por ciento de la población no respalda a Maduro.

En la medición la gente expresa, igual que lo ve y critica el mundo, que Venezuela va por rumbos equivocados: regida por un unanimismo político hace rato con manifestaciones de dictadura. Una extravagancia de rico petrolero hoy desfondado por la crisis de precios del crudo. Una violencia urbana que desborda a la represión miliciana oficialista y convierte el país en el segundo más violento del planeta. Y un desabastecimiento sin precedentes en el que escasean desde el papel higiénico hasta la harina de trigo.

Venezuela tiene los sentidos alterados: el del oído, por los discursos radicales y antagónicos que escucha a diario. El del tacto, porque la inflación apenas sí deja tocar los billetes y el bienestar. El de la vista, porque en las calles el paisaje es de caos, de depresión y de una apariencia que se descascara. El del olfato, porque su gente huele todo el tiempo actos de corrupción y descuido. Y el del gusto, porque a la mayoría el sabor de la vida en democracia sana se le ha extraviado del plato con tanta escasez.

El escritor Leonardo Padrón, uno de los intelectuales venezolanos más apreciados e independientes, aunque teme que en estas elecciones se violen las normas electorales, cree que está a punto de “iniciar el fin de la pesadilla”, esa que él llama “la estafa monumental del chavismo”.

Nadie quiere para Venezuela divisiones y dolores. Incluso las fracturas mismas de los líderes opositores, que permanecen distanciados en sus parcelas: Henrique Capriles, María Corina Machado, Eduardo López Sigala, Leopoldo López y Lilian Tintori.

Mientras tanto, esta semana, Nicolás Maduro arreció sus arengas contra “la oligarquía, la burguesía y el imperialismo”, pero poniendo en medio a las clases venezolanas, para hacerles creer que el motivo de tanta ruina política y económica es la diferencia entre ellas y no la indiferencia del chavismo frente a las críticas y la necesidad de un cambio.

Hoy Venezuela se juega gran parte de su futuro como Estado y nación. En sus calles se sienten las corrientes polarizadas, incluso temerosas de lo que pueda pasar si el chavismo pierde las elecciones y Maduro aplica sus sentencias. La comunidad internacional debe estar vigilante para que la jornada se cumpla en calma y que el triunfo, sin importar de quien sea, resulte limpio.

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