¡Venezuela no está sola!

Una democracia sin democracia
¿Aceptará la satrapía la derrota?

El problema en Venezuela es que no existe democracia, pero muchos actúan en el exterior como si la hubiera. Hay allí todo tipo de manifestaciones, por supuesto ajenas al devenir democrático, comenzando por los presos políticos. Es lo mismo que ocurre en los regímenes en donde prevalece el totalitarismo, como en China, Vietnam o Cuba.

Además de ello, claro está, no puede hablarse de libertad de expresión en los términos que son connaturales a las verdaderas democracias latinoamericanas. Y por igual tampoco puede decirse que existan las condiciones propias del proselitismo abierto, mucho menos cuando miembros de la oposición han sido asesinados.

Para los colombianos es obvio que un país, por lo demás, que recurrió recientemente al maltrato en la frontera y la cerró como le vino en gana, sin desdecirse un ápice de lo que hizo marcando y derribando las casas de nuestros compatriotas, no puede llamarse en lo absoluto democrático. Se escudó dizque en la presencia del paramilitarismo, pero nunca capturó a nadie ni entregó a sospechoso alguno a las autoridades colombianas, sino que actuó en masa contra los más humildes. La frontera permanece cerrada, la zona en estado de excepción, mientras que el Gobierno colombiano se resignó a las tropelías, luego de los insultos para dar y convidar.

También se sabe, y no es sorpresa, que quien verdaderamente gobierna en Venezuela es el círculo militarista devenido del chavismo. De tal modo no existe una concepción diferente a la del poder con las armas, aunque todavía hay optimistas que piensan que algún día los sátrapas se le van a voltear al presidente Nicolás Maduro.

Ocurre, sin embargo, todo lo contrario. Maduro fue puesto por los militares para mantener la fachada democrática y evitar la condena plena del mundo. Por eso, nada hace Maduro que no sea consultado con los altos círculos castrenses, de modo que es un maniquí que simplemente imita la voz de Hugo Chávez y emite arengas al por mayor.

Tampoco puede decirse que exista en Venezuela una economía en términos democráticos. No hay ninguna cifra oficial que suene legítima. Y la marcha de las instituciones del Estado se debe más bien a la división clientelar de los organismos, por compartimientos de poder, donde cada cual hace lo que a bien tenga, derivando los réditos del Estado, que en general suelen conocerse como corrupción y que allí simplemente han traspasado toda frontera puesto que se ha convertido en una forma de vivir.

Siendo así, no es de sorprenderse que en Venezuela no exista ni papel higiénico. La economía no obedece a una estructura definida, sino a la caricatura de Cuba, que en todo caso significa para la ciudadanía largas colas para acceder a los alimentos y elementos vitales. La inflación, igualmente, ha desbordado cualquier pronóstico. No existe agricultura y el desbarajuste institucional se reduce a ver cómo se gastan las migajas del petróleo, cuyo precio es cada vez de menor cuantía.

Es desde luego lamentable ver cómo un país de la riqueza de Venezuela ha terminado en el sótano. Existe hoy cierto optimismo porque en las elecciones de hoy pudiera darse un estremecimiento y asestar un palmo en las narices a la satrapía. No obstante, en las últimas semanas el régimen se ha dedicado a regalar televisores, neveras y cuanto aditamento tecnológico existe para atrapar las conciencias de los más desfavorecidos. Es la más estruendosa compraventa electoral a ojos de todo el mundo, mientras que se han evitado a toda costa observadores electorales formales. Hay, no obstante, símbolos de resistencia, como Lilian Tintori o María Corina Machado, que han logrado movilizarse y movilizar a la opinión pública. Ello es lo que permite cierto optimismo razonable ante la posibilidad de que hoy la oposición cuente con las mayorías en la Asamblea Nacional venezolana.

El problema radica, claro está, en las amenazas permanentes de que si ello ocurre el propio presidente Maduro llevará la ‘revolución a las calles’. De modo que palo porque bogas y palo porque no bogas. Si el fraude fructifica y el chavismo se mantiene incólume, la oposición habrá recibido otra herida y se entenderá que el régimen ha virado a lo que le falta: consolidar el partido único. Y si al contrario, la oposición logra un triunfo majestuoso, las hienas saldrán a la calle a cobrar la derrota.

Lo que interesa, sea lo que sea, es que la oposición pueda reclamar el triunfo nítido. Muy grave sería, como dijo Simón Bolívar, que el régimen desenfundara abiertamente las armas contra su propio pueblo. Si llegara a ser así, el mundo estará alerta para que ello no quede impune ni prospere. ¡Venezuela no está sola!

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