Es urgente reformar el vergonzoso sistema electoral

Funcionario que se hace elegir en forma fraudulenta no tiene por qué producir actos administrativos transparentes. La administración pública es el fiel reflejo de la actividad política.

Causa verdadera vergüenza que a escasos 15 días de posesionados, varios funcionarios de elección popular estén abatidos en los estrados judiciales y detenidos por diferentes delitos -no obstante las advertencias que les hicieron por diferentes medios de comunicación-, pudo más la terquedad y las ansias de poder, que la sindéresis y las buenas prácticas electorales.

Mientras el vergonzoso, inoperante y obsoleto sistema electoral continúe imperando, 'don corrupto' seguirá siendo el jefe de debate en las campañas nacionales y regionales, pero lo más grave, ante la mirada complaciente del gobierno: Registraduría Nacional del Estado Civil, Congreso de la República y presidentes de directorios y movimientos políticos.

Si nos preguntamos por qué los tres poderes públicos, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, están permeados por actos de corrupción y no son prenda de garantía para los ciudadanos, nos tenemos que remontar a la nacencia de los partidos políticos, para darnos cuenta cómo fueron estructurados, revisar sus estatutos; su misión y visión y, sobre todo, su organigrama administrativo, con el fin de sacar grandes conclusiones.

A la primera que debemos llegar, es que en Colombia no existen partidos políticos que sean fieles a los principios y valores de quienes fueron sus fundadores, puesto que el desarrollo de los mismos hasta las alboradas del Frente Nacional, fueron constitutivos de hechos violentos, que, con el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, desató la violencia partidista, que trajo como solución un gobierno compartido durante 16 años. Pero que, lamentablemente, su mística se quedó rezagada en el olvido, por las componendas burocráticas que desde entonces, hasta el presente, han generado toda serie de tropelías que aun no se acomodan, puesto que la disciplina se quedó en los estertores del olvido, y quienes los dirigen son inferiores a sus doctrinas y postulados filosóficos.

Como conclusión, los partidos políticos perdieron su mística, y están tan burocratizados que todo se negocia o se vende como en una feria de estantería. A partir de la terminación del Frente Nacional, seguimos asistiendo cada cuatro años a los mismos esquemas de gobierno compartido, que si bien trae algunos beneficios, ha sido el principal escenario para engendrar la corrupción, que en los actuales momentos ya no da tregua.

Definitivamente, Colombia en épocas electorales es todo un circo, los directorios y movimientos políticos expiden avales a la topa tolondra, en forma tan folclórica e irresponsable, que no les importa la militancia del solicitante, solo les interesa cuánto pesa electoralmente y qué va a aportar para la campaña.

El ejercicio y concepto de la actividad política en nuestro país está tan devaluado, que en los actuales momentos, crear un partido o movimiento político serio es tan difícil, que para poderlo impulsar toca acudir al diccionario vulgar de los dichos callejeros y de cafetín: “político que se respete tiene que ser mentiroso”, o el de las putas que juran a pie juntillas que “jamás parirían a un político”.

El vergonzoso y anacrónico sistema electoral, por medio del cual elegimos funcionarios con problemas con la justicia, empieza a hacer estragos en varias gobernaciones y alcaldías, muy seguramente que las asambleas departamentales y concejos municipales correrán con la misma vergüenza. Se sabe de más de 350 alcaldes, cientos de diputados y concejales, que en los próximos meses serán detenidos o por lo menos inhabilitados por los organismos de control para ejercer sus cargos.

Los paganinis de toda esta debacle, en últimas, vienen siendo los departamentos, sus municipios y sus gentes, que de muy buena fe, aupados por los gamonales de turno, les vendieron la idea de votar por el candidato de marras, sin percatarse de sus inhabilidades jurídicas para hacerse elegir y posteriormente desempeñar el cargo.

Considero que sobre este punto deben existir sanciones penales y administrativas, puesto que solamente los directorios y movimientos políticos saben cómo está la hoja de vida de los candidatos que se postulan para cargos por elección popular. El país no puede seguir asistiendo al circo de la desgracia democrática, propiciada por quienes regentan el poder de la actividad política, en el legislativo se deben generar leyes que depuren nuestro sistema electoral de tantos vicios, que a decir verdad, solamente ocurren en nuestro país.

Lamentablemente frente a este problema, ni gobierno, ni Congreso de la República, ni partidos y movimientos políticos, se dan por aludidos. Pareciera que la vergüenza fuera el producto de cosechas anteriores que se siembran en los terrenos áridos de la democracia, para después coger sus frutos tiernos, pero contaminados de corrupción, llevarlos a cargos por elección popular, para sacrificarlos en aras de las componendas corruptas y criminales.

Estamos cortos y lerdos de normas que pongan freno a semejantes extravagancias democráticas, que las mismas estructuras de nuestro estado de Derecho se sienten impotentes para frenarlas, puesto que no les interesa moralizar la política, ya que son fieles seguidores de 'don corrupto', que todo lo arregla y soluciona a punta de mermelada.

La inmoralidad en la administración pública empieza cuando el ejercicio de la política carece de principios y valores, y los partidos y movimientos políticos son simples remedos de corrillos democráticos, sin ninguna esencia para estructurar con criterio de razón y lógica los planes y programas de desarrollo que necesitan las regiones.

Siempre hemos dicho que un funcionario elegido por componendas políticas no tiene la suficiente autoridad moral y credibilidad administrativa ante sus gobernados, por lo tanto, los actos administrativos que expide carecen de la idoneidad moral, y la pulcritud de la transparencia.

Si queremos combatir la corrupción en nuestro país, tenemos que empezar por construir una democracia seria y honesta a través de partidos políticos modernos, transparentes y bien estructurados, que definan una misión y visión lo suficientemente clara, con unos estatutos que sean doctrinarios y expongan los lineamientos de lo que debe ser el partido frente al futuro de nuestra patria.

Lamentablemente, la reforma política que se requiere con urgencia no tiene eco en los legislativos, puesto que estos organismos “democráticos” son tan proclives a la corrupción que no les va a interesar devanarse los sesos por algo que a la larga les mengua su caudal electoral.

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