Las lecciones en la defensa de Isagén

Vimos una unión impensable de todos los partidos políticos contra el Gobierno, que, más allá de sus diferencias personales, se sintonizaron con una visión nacional de Estado.

Por primera vez en este tipo de procesos, y por presión de los opositores, el Gobierno reajustó en dos billones de pesos adicionales el precio de venta de Isagén. Un nada despreciable 44%, evidenciando serios errores de valoración. Errores que aún persisten.

Los colombianos, por primera vez en su vida, escucharon que eran propietarios de la segunda empresa generadora de energía limpia del país, de gran riqueza ecológica y con grandes reservas de agua, y que al dar su voto a un candidato presidencial endosaban en blanco el patrimonio de todos, por lo que de ahora en adelante, sin duda, reflexionarán mejor su decisión y se preguntarán qué parlamentario apoyó esta expropiación de lo público. Quedó claro que no todos los políticos son malos y que sí existen algunos que se la juegan por lo que pertenece a los ciudadanos.

A pesar de su gran influencia en los medios, el Gobierno tuvo que aceptar que Isagén es muy rentable, que sí había alternativas diferentes para financiar obras de infraestructura y que los recursos de la privatización no construirían carreteras sino que capitalizarían un banco que prestará, a quienes supuestamente construirán las vías, créditos a 20 años de plazo con ocho años de gracia. También reconoció que los recursos no harán parte del Presupuesto General de la Nación, algo abiertamente violatorio del artículo 4 de la Ley 226, por lo que decidió adelantar el proceso en plena vacancia judicial para evitar una nueva interrupción de la subasta.

La Regla Fiscal antes era desconocida. En este caso el Consejo de Estado sólo la analizó por el lado del gasto, ignorando el hueco en ingresos de la Nación por la eliminación de los dividendos de Isagén. Ojalá este criterio de manejo fiscal para gobernante recobre su importancia y sea una verdadera directriz para guiar los actos administrativos del Estado.

Aprendimos que la supuesta neutralidad de la tecnocracia no existe y que, además de una empresa rentable, se vende un mercado cautivo. Isagén es un símbolo de la defensa de lo público para que no seamos inquilinos de extranjeros en nuestro propio país.

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