Un gobierno debilitado

Cuando más fuerte deber estar para lidiar con las Farc y la economía, el Gobierno luce débil.

Al terminar el 2015, las cosas no pintaban mal para el presidente Juan Manuel Santos. Según el Gallup Poll, la aprobación de su gestión había pasado de apenas 30 % en junio a 42 % en diciembre. Sin duda, la suspensión efectiva y continua de ataques de las Farc animaba a la gente. Pero en el 2016 el panorama luce deteriorado.

Para empezar, las prevenciones frente al proceso con las Farc han rebrotado, y no desde la oposición uribista. Severas advertencias sobre tanta generosidad judicial con los autores de delitos atroces han hecho voces nada asociables con la derecha: José Miguel Vivanco, de Human Rights; el vicefiscal de la Corte Penal Internacional, James Stewart, y el senador demócrata Patrick Leahy.

Según le dijo Leahy a EL TIEMPO, “no sería aceptable que los líderes de las Farc, o altos miembros de las Fuerzas Armadas (…) responsables de crímenes de guerra o contra la humanidad, no pierdan su libertad por un periodo de tiempo apropiado. (…) Sería una ofensa para las familias de las víctimas y perpetuaría la historia de impunidad en Colombia”. Lo dice un líder que ha respaldado la mesa de La Habana.

El gran festejo en Washington de los 15 años del Plan Colombia terminó opacado por la evidencia de que los cultivos ilícitos volvieron a crecer en el país tras el inicio de los diálogos de La Habana. Muchos colombianos tienen la sensación de que parte importante de las Farc dejará la guerrilla, pero jamás el narcotráfico.

Pero las peores noticias surgen en la economía. El hueco fiscal no para de crecer. El Gobierno lo calculó en $ 30 billones para 2016. Lo hizo sobre la base de un dólar a $ 2.500 y un barril de petróleo a más de US$ 60. El dólar está a $ 3.400, y el barril un poco por encima de US$ 30. Decir que el hueco puede llegar a $ 40 o $ 50 billones no parece descabellado. La solución era una reforma tributaria que un comité de expertos delineó en un informe en enero. El Gobierno la engavetó.

Guillermo Perry, el exministro de Hacienda más lúcido del momento, advirtió el riesgo de demorar las medidas. La validez de su advertencia ya quedó en evidencia: Standard & Poor’s rebajó su perspectiva crediticia sobre el país a ‘negativo’. Su vocero, Roberto Sifón, dijo que “la situación (fiscal) se está debilitando y si no hay medidas correctivas (…) es probable que baje la nota”. “Colombia –sentenció– está viviendo con unos ingresos que no tiene”.

¿Por qué engavetó Santos la tributaria? Porque le dio miedo que se cruzara con el plebiscito sobre los acuerdos con las Farc. Fue una clara señal de debilidad, mientras el pésimo manejo político de la venta de Isagén golpeaba aún más la imagen del Gobierno. La gente está asustada: el Índice de Confianza del Consumidor, que mide Fedesarrollo, está en su peor nivel desde abril del 2002, una época aterradora cuando hizo crisis el proceso del Caguán. Una encuesta de Yanhaas recién divulgada confirma que el apoyo a Santos anda por el suelo: su favorabilidad es apenas del 16 %. La Casa de Nariño no puede siquiera comprar unas cajas de almendras porque se le vuelve escándalo, por la fama de derrochón del Gobierno.

Y hay más señales: el pésimo manejo de la crisis de la Policía; la inflación y el torpe intento del Minagricultura de culpar a los supermercados; la muerte de niños por desnutrición en La Guajira, entre otras cosas, porque el gobierno de la ‘mermelada’ no impide que sus amigos políticos se roben la plata de la alimentación infantil; los atentados del Eln y su negativa a sentarse a la mesa; el paseo armado de las Farc por La Guajira y el anuncio de un paro nacional para el 17 de marzo. Todos le quieren medir el aceite a Santos, y no es bueno que cuando debe cerrar el acuerdo con las Farc y lidiar con la crisis económica, el Gobierno luzca tan debilitado.

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