Como creceríamos… sin Santos

Desde hace varios días estaba por escribir esta columna pero yo misma me decía que estaba pesimista; sin embargo llegué a la conclusión que no estaba afligida, ni abatida: el país va mal aunque Santos y sus áulicos digan lo contrario. Colombia es un país maravilloso, con dirigentes honestos a quienes no los manipulan y casi todos los compatriotas son seres extraordinarios. El presidente tiene a su favor algunos logros; sin embargo hoy tira todo por la borda al querer cambiar el rumbo de la nación por el afan del Nobel o, lo más grave, porque él y su hermano Enrique (el cerebro de este proceso) son castro-chavistas, o comunistas.

Columnistas responsables, personas ajenas a la política, intelectuales y gente del común, ricos y pobres, vienen redoblando sus críticas a J. M. Santos; antes por las manifestaciones armadas de las Farc y por lavarse las manos cuando todos vimos el despeje que les hicieron, las tarimas, el transporte de guerrilleros desde Venezuela, etc. Hasta el liberal y amigo personal, Juan Manuel López escribió en Dinero: “¿Hasta dónde nos llevará el mal momento de Santos? Entre más se disculpa en factores externos y más intenta presentar una maravilla de gestión, más inconformismo y enervamiento produce”. Inclusive El Tiempo rotuló “Una nueva torpeza”, refiriéndose al acto en La Guajira. No obstante a los uribistas nos caen toda clase de improperios por defender la democracia.

Los resultados de este Gobierno, en distintos frentes son negativamente apabullantes: inflación, déficit, bolsa de valores a la baja, derroches, dólar por las nubes, niños que mueren de hambre, escándalos, la salida del país de grandes compañías, la sombría calificación de Standard and Poor’s por las inciertas condiciones de la economía, apreciación de una firma extranjera que no es uribista. Todo mientras Santos dice que vamos bien. Escándalos como el de Reficar o el de la venta de Isagén en contra de las mayorías ya pasan a segundo plano. Por algo las encuestas sobre el apoyo de los colombianos al presidente es muy, muy bajo.

Hace poco Santos habló de austeridad y afirmó que haría muchos recortes económicos, pero al mismo tiempo invitó a senadores y representantes de la U a una elegante comida en la Casa de Huéspedes Ilustres de Cartagena y asistieron unos 30. Compran cortinas por $600 millones y cajas de almendras por 15, e invitó a Washington a 250 personas a celebrar el Plan Colombia. Pero son gastos pequeñitos si pensamos en los ríos de dinero que ha pagado en Cuba, además de los altísimos costos de los viajes de los vinculados al proceso de paz

Según Rafael Gómez M. “Hasta se podría comentar sobre el cartel de la paz o el bloque de la paz, que se está llevando las mayores ganancias en La Habana… mención especial al valiente Andrés F. Arcos, quien denunció los contratos de varias personalidades cercanas a ese cartel: entre ellos el del General Mora Rangel por más de $600 millones. El de La Fundación Ideas para la Paz, del silencioso comisionado Sergio Jaramillo, que recibió más de $3.500 millones…”. Y Mario J. Pacheco G. comenta entre otros pagos: “A Conecta S.A. cuya presidenta es la esposa del ministro de Minas, la contrataron por $5.800 millones de pesos; a A. Mockus por $830 millones; al exguerrillero León Valencia y su Nuevo Arco Iris, por más de 1.400 millones de pesos; a Etecsa, por internet en Cuba $2.400 millones… a Humberto De la Calle, por honorarios más de $700 millones… y el de la contratación del Fondo para la Paz, por más de $40.000.000.000 durante el 2015”.

¡Apoyo unánime a la marcha del 2 de abril! .

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