En la turbulencia

En medio de hondas preocupaciones, el ministro de Hacienda pide “vencer el pesimismo”. Agrega que “tenemos una economía que requiere de chequeos periódicos pero que no está hospitalizada”.

Más los virus que rondan son muchos. Han sido descubiertos en laboratorios internacionales en donde siguen con rigor el curso de las enfermedades económicas que agobian a Colombia.

Es tal el escepticismo nacional por la difícil situación económica, que la última medición de Gallup arroja un 85 % de encuestados que reprueban su manejo. Y el 75 % percibe que el estado general del país cada día empeora. Por ello, casi el 70 % desaprueba la gestión presidencial.

El problema fiscal es uno de los más grandes. Si bien el gobierno cree encontrar en la reforma tributaria la solución para todos los males, esta no traería beneficio alguno sino se frena y mejora la calidad del gasto, como lo plantea Miguel Urrutia, exgerente del Emisor.

Esta calidad del gasto tiene que ver para su operatividad con el adelgazamiento del aparato estatal. Urge comenzar a desmontar tanta burocracia. Según cifras del economista Javier Hoyos, en el primer gobierno de Santos “surgieron 25 entidades, desde ministerios escindidos hasta agencias estatales nuevas”. El clientelismo se expandió desmesuradamente en instituciones, muchas de ellas inoficiosas que solo restan agilidad, multiplican trámites y se constituyen en nichos de corrupción. La misma encuesta Gallup confirma que el 84 % considera que la lucha contra este delito está fracasando.

La mala gestión del gasto se protocoliza en el mismo Plan de Desarrollo. Allí “hay 21 creaciones entre fondos, sistemas y entidades para lo que se llama el revolcón institucional del Agro y el posconflicto”. Más organismos y entes se suman al ya paquidérmico Estado colombiano, para agravar la situación fiscal, que está a punto de hacerle perder su grado de inversión al país.

El derroche del Gobierno es espantoso. La Contraloría General mostró que “entre julio del 2013 y enero del 2014 se gastaron 690 mil millones de pesos en eventos y más de medio billón en publicidad”. Y en solo esquemas de protección que brinda el Estado, su costo entre 2011 y 2014 fue de un billón de pesos. ¿Cuántos de los escoltados requieren realmente esa protección?

Mientras la austeridad no sea una política de Estado y sigan proliferando entidades a montón como refugio de burócratas y se carezca de voluntad para demontarlas, podrán hacer todas las reformas tributarias que se quieran y el país seguirá desangrándose fiscalmente. Y así no habrá recursos para llevar a cabo no solo un proceso de posconflicto racional, sino financiaciones para los muchos problemas sociales –inflación y desempleo– que nos están metiendo en un túnel sin salida.

Por ello la opinión pública no se equivoca. La imagen de Santos, con sus erráticos manejos económicos, políticos y sociales, cada día se deteriora más y amenaza con romper récord nacional en desprestigio de presidente alguno.

P.D.: En este país de circo y sainete, cabe lo que decía un contertulio socarrón: Consagrado antes al Corazón de Jesús, ¡hoy el Procurador investiga a Cristo y el Fiscal abre juicio contra los Doce apóstoles!.

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