No más Conejo con las Farc

El Gobierno dice que con reglas claras autorizó de nuevo a las Farc la pedagogía sobre el proceso a sus frentes. El país no admitirá más proselitismo armado entre los civiles ni infracciones al DIH.

El episodio del corregimiento Conejo, en Fonseca, Guajira, mostró que las Farc aprovechan cualquier descuido del Gobierno para continuar su proselitismo armado, incluso en el contexto del proceso de diálogo en La Habana. Por eso mismo, al reanudarse el contacto directo de los delegados de la guerrilla en Cuba con los frentes es inequívoco que el país no admitirá otro abuso de ese tenor.

Un atropello en muchas direcciones: los guerrilleros, con armas cortas y largas, uniformes de campaña y radios, se pasearon por instalaciones protegidas por el Derecho Internacional Humanitario (DIH), como las escuelas y sedes comunitarias y religiosas.

Repartieron volantes entre los civiles y ocuparon la plaza principal del poblado para dar un mensaje abiertamente político, pero al “amparo” de más de 150 combatientes que coparon todos los costados de Conejo. Ello, en medio de la aún inexplicada ausencia de las Fuerzas Armadas.

Por tales razones, de esa receta hecha con un Conejo atrapado por las armas de las Farc, el país no va a comer más. Nadie se traga otro plato fuerte de esos cuando hay una guerrilla que ha tenido por víctima permanente de sus agresiones a la población civil y que aún no firma un acuerdo definitivo de fin del conflicto, con un desarme y una desmovilización constatables.

El país toma nota de las instrucciones precisas que el Gobierno anunció, ayer, para reanudar las tareas de pedagogía de los jefes de las Farc que vienen de Cuba al país a explicar los contenidos y avances del proceso a sus frentes en el monte: sin civiles de por medio, sin convocatorias públicas y sin prensa. Solo mediante el contacto directo de los delegados y “la guerrillerada” en campamentos alejados, aislados de las poblaciones.

Planteado como está el final del proceso para el 23 de marzo próximo, o unos días o semanas más, no se entendería que las Farc incumplan otra vez las reglas de juego ni que el Gobierno acepte más desmanes ni provocaciones en tal sentido.

Las Farc deben asumir la limitada y frágil aceptación que sobrevive entre los colombianos frente a la firma de los acuerdos, con todos los vacíos que además siguen cuestionando algunos expertos y opositores en el punto de víctimas y justicia. Otro Conejo de los subversivos sería un golpe bajo y demoledor a la confiabilidad de las conversaciones, del posible acuerdo y del futuro mismo de cuanto pueda ocurrir en torno a la mesa de La Habana y sus “comensales”.

Las Farc no pueden volver a aprovecharse de la desinformación y la sorpresa con las que ocuparon Conejo, con un descrédito enorme para la Alcaldía de Fonseca y la Gobernación de La Guajira y para el control, la seguridad y la soberanía territorial que corresponden al Ejército y la Policía.

Citamos al presidente Juan Manuel Santos cuando dijo, horas después del episodio de Conejo, que “no vamos a permitir hacer política con armas”, además de que las semanas para la firma del acuerdo final están contadas. “Ya hemos discutido lo suficiente”.

Pues ahora la ciudadanía recoge sus palabras y las de ayer del ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, en cuanto a que las reglas de juego y el tiempo restante son precisos y determinantes.

La paciencia, tolerancia y comprensión del país están probadas de sobra. La ciudadanía ha sido generosa, en exceso, y no merece que le paguen con más burlas y estulticias.

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