Es una hipocresía

Ridícula frase del Mindefensa de que paro de 'los Urabeños' es porque Ejército está dando donde es.

Uno de los principales obstáculos de la mesa de negociación es que las Farc le exigen al Gobierno que desmantele el paramilitarismo antes de firmar el acuerdo final. ¿Y acaso ellas no fomentan dichas organizaciones?

Las autodefensas evidentemente surgieron con fuertes vínculos de protección del Estado, para que empresarios legales e ilegales se defendieran del embate de la guerrilla. Eso ha derivado hoy en algo distinto: bandas criminales poderosísimas que campean por el territorio nacional, ya no cuidando platas de otros sino de ellas.

El problema es que importantes analistas y politólogos nacionales continúan llamando paramilitarismo a esta delincuencia común.

Uno de ellos, Álvaro Villarraga Sarmiento, del Centro de Memoria Histórica, asegura que ‘los Urabeños’, que ahora se hacen llamar ‘Úsuga’, y que llevan años de disputas con herederos de feudos paramilitares, especialmente con ‘los Rastrojos’, son “una mixtura entre lo ilegal y lo legal que no puede subestimarse ni entenderse como un simple fenómeno delincuencial”, porque tiene la posibilidad de “ejercer niveles de control incluso político, con aliados locales y regionales”.

Respeto su opinión. Todo lo que dice es cierto. Menos que no se puedan considerar simples fenómenos delincuenciales. Lo que pasa es que nos asusta su tamaño y tendemos a subirlos de rango. Los antiguos paramilitares hoy son auténticas bandas criminales, en agresiva expansión territorial, que siguen conformadas por asociaciones de servicios de sicarios y bandas locales y regionales, que se han adueñado de los cultivos ilícitos y de la minería ilegal, en alianza con sectores guerrilleros, y que están en compraventa de frentes criminales.

Eso nos conduce al absurdo de que el Ministro de Defensa (el pez muere por su boca) diga que se están enfrentando donde toca a esas ‘bacrim’, que ellas, más o menos desesperadas, tuvieron que recurrir a un paro armado que paralizó 36 municipios en ocho departamentos. En su mejor época, las Farc pararon a Mitú. Hoy, las ‘bacrim’ han sido capaces de parar a Montería. ¿Y ese es el éxito de nuestro Ejército?

A estas poderosísimas bandas criminales no las podemos seguir tratando como un fenómeno paramilitar; o si no, que les tengan preparada la asignación de curules gratis en el Congreso.

No. El país está enfrentando una inmensa amenaza criminal, así, a secas, que ha recogido a lo peorcito de nuestra delincuencia: guerrilleros graduados en narcotráfico y minería ilegal, sicarios, mercenarios, poderosos políticos locales, sectores corruptos de la policía, con un fin: aumentar sus millones, como cualquiera otra banda de delincuencia común del mundo.

Ariel Ávila, uno de los investigadores más serios de esos fenómenos, describe esta integración criminal así: unos ‘paras’ que no se desarmaron, otros que se desarmaron y se rearmaron, y entre todos empezaron a comprarse frentes y franquicias. Ni son los ‘paracos’ de antes, ni la delincuencia común de siempre, “manejada por chinos de pandillas”. Según Ávila, “fomentan la corrupción local, pero no como un proyecto nacional”.

Estas ‘bacrim’ son el mayor riesgo para el posconflicto, pero bajo complejidades distintas a las de hace unos años. Las guerrillas tienen la responsabilidad de que ellas sembraron las semillas de las autodefensas, mientras ahora son sus socias, transformadas en ‘bacrim’.

Como dice Ávila, las Fuerzas Militares se equivocan en tener una visión anticuada de un enemigo que ya no está uniformado, como en las épocas de Castaño, o jerarquizado, ni con brazaletes o armas largas. Esto es otra cosa. Están vestidos de civil y “tienen unos alcances brutales”. Son bandas criminales, tal cual.

De manera que el hecho de que las Farc, y seguramente el Eln, condicionen la firma de la paz a que el Estado colombiano acabe con estos supuestos grupos paramilitares, que no son sino poderosas bandas criminales comunes en las que la guerrilla explota su propia franquicia, es un acto de absoluta hipocresía.

Entre tanto… Al contrario de lo que recomienda el preside-nte Maduro ante la crisis energética, yo cedo la plancha, el microondas y la televisión, pero no el ‘blower’.

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