Blindaje nivel 7

Nada mejor que la pedagogía propia del Jefe del Estado para entender los alcances del negociado entre el Gobierno y las Farc, mediante el cual se asume que lo firmado en La Habana será un "acuerdo especial".

Primero, el Presidente afirma que no se les está entregando el país a las Farc, lo que literariamente es cierto, pero, políticamente es cuestionable, sobre todo si se tiene en cuenta que hace pocos días el propio abogado de la subversión fue el encargado de dar a conocer el libreto que ahora se ha firmado. Hágase la luz, y la luz fue hecha.

Aparte de acoger plenamente los intereses de las Farc como propios, el gobernante llega incluso a sostener que por fin la guerrilla reconoce nuestra democracia, la institucionalidad, la Constitución y las leyes.

Pero, frente a semejante síndrome de Estocolmo, lo único que queda claro es que los alzados en armas han aprendido, con todo pragmatismo, no a reconocer la Constitución sino a manipularla e instrumentalizarla para revestir con ‘blindaje nivel 7’ todas aquellas concesiones que han logrado arrancarle al Presidente.

Entonces, con cándida ingenuidad, el Jefe del Estado colige que, con esto, las Farc están renunciando a una Asamblea Nacional Constituyente, como si para ellas ya hubiese perdido atractivo la refundación política del Estado.

En efecto, una cosa es entrar automáticamente al bloque de constitucionalidad (contaminándolo sin pudor alguno con lo ya firmado en materia de drogas, hectáreas y circunscripciones electorales), gozar de una ley propia y anexarle la firma de Timochenko a la Resolución emanada de la ONU, y otra muy distinta es olvidarse de los “temas pendientes y las salvedades”.

Por cierto, tales temas pendientes inspiran el decálogo que desde hace dos años dieron a conocer las Farc para empezar el debate sobre la mencionada Constituyente, así que bien haría el Presidente no solo en recordarlo, sino en prepararse para cuando el Secretariado vuelva a ponérselo encima de la mesa.

Por último, el Jefe del Estado se solaza compartiendo con los subversivos el afán por lograr que los acuerdos no vayan a sufrir cambios y se garantice su permanencia en el tiempo, con lo cual no solo convierte a las Farc en soberanas, sino que atenta flagrantemente contra la voluntad popular.

Porque, sencillamente, si se pretende que los acuerdos queden petrificados en la Constitución, qué tanto podrá importarles al Gobierno y a los camaradas, lo que mañana piensen, digan o voten los inermes ciudadanos colombianos?

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