Gobernante se defiende diciendo que no existe el estado de opinión

De acuerdo con Gallup, la aprobación de la gestión de Santos ha caído al 21 por ciento y una democracia funcional debería basarse, por lo menos, en el 25.

Es cierto que en un régimen presidencialista como el colombiano, el Jefe del Estado puede sentirse políticamente irresponsable.

O sea, que más allá de las cifras y de la revictimización que está padeciendo el ciudadano, un presidente puede permanecer indiferente en el cargo.

Sobre todo, si ya no tiene la presión de la reelección y concentra todo su esfuerzo personal en un acto simbólico como el de abrazarse algún día en público con Timochenko.

Entonces, para autojustificarse, el gobernante apela a diferentes fantasías como, por ejemplo, que no existe el 'Estado de Opinión', que la muchedumbre no señala el rumbo, o que -paradójicamente- está cumpliendo un mandato por la paz.

De tal manera, se rinde culto a las organizaciones criminales, se les exime de responsabilidades, se les permite toda suerte de desmanes contra la población e, incluso, se les recomienda cuál es la ruta más conveniente para que logren sus objetivos estratégicos.

Dicho de otro modo, se ignora al ciudadano, se le menosprecia, y se asumen como legítimas las decisiones palaciegas que tan solo están formalmente amparadas por áulicos en las altas esferas del poder.

Lo cierto es que al asomarse a la ventana, el Jefe del Estado no recibe más que vapuleos de una población que se siente asediada, burlada y desprotegida en medio de la jactancia de los negociadores que, a toda prisa, buscan las fórmulas para complacerse mutuamente.

No en vano, la principal preocupación del ciudadano en este momento de euforia pacificadora es el orden público (24%) y aunque la gente sabe (28%) que el Gobierno y las Farc terminarán firmando un acuerdo entre risotadas, la cifra de quienes creen que semejante negociación va por buen camino se desploma del 36 al 27 por ciento.

La conclusión es clara: después de manipular la Consitución a su acomodo, tan solo el 32% acudiría a un plebiscito; y de tan deprimente cifra, solo el 66 % se muestra inclinado a votar 'sí', con lo cual, va quedando claro que la trampa y la violencia pesan mucho más.

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