Las llagas

Mientras se resuelve el misterio del posible secuestro de Salud Hernández, quien como se sabe es una crítica acérrima del proceso de paz, conviene echar un vistazo a la zona en la que ella andaba y a la que iba con frecuencia: el Catatumbo.

Este trozo grande y agreste del departamento del Norte de Santander conforma, quizá, con los departamentos del Cauca y del Chocó y un par de áreas más en el sur del país, el peor panorama humano de toda la geografía nacional. No lo digo por su topografía y paisajes, que solo vi muy de pasada hace muchos años y que la gente describe como espléndidos, sino por lo que han hecho de ellos los humanos que los habitan.

Por lo que se sabe, Salud no emprendió el último tramo de su viaje voluntariamente; iba a recuperar unos equipos y un material que le habían quitado unos presuntos milicianos. Una vez en el monte, no se volvió a saber de ella, lo que permite conjeturar que no está libre en una zona en la que predomina el Eln. ¿Será que a esa cuadrilla no le dieron la orden de dejar de secuestrar o que la desobedeció? No se sabe qué es peor. Parece inevitable que al intentar arrancar el árbol del mal quede enterrada y viva una parte de las raíces. Porque cabe poca duda de que una fracción, ojalá pequeña, de las guerrillas no quiere oír hablar de paz. Son, por lo demás, suicidas, pues van a estar integrados apenas por trozos de sus antiguas organizaciones y aun así pretenden medírsele en combate al Ejército colombiano, que diezmó sus movimientos de origen en la época de máxima potencia militar.

Este mensaje fue el que entendió a las malas Megateo, dueño en su momento del Catatumbo, hasta que fue dado de baja el 2 de octubre del año pasado por la Fuerza Aérea: que cuando uno se enfrenta a una fuerza que lo supera por varios múltiplos, termina preso o en una tumba. Megateo se presentaba como comandante supérstite de un Epl que desde hace décadas sirve de mascarón de proa para un cartel de las drogas. Muerto este falso comandante guerrillero, tampoco se arregló el problema, apenas se agitó el cotarro y comenzó la carrera por ocupar su puesto. Es por ahora inevitable que en un lugar como el Catatumbo se implanten, ganen adeptos y se hagan famosos personajes por el estilo de Megateo. No hay allí vías de penetración, no hay Estado, la Policía anda a la defensiva y la región queda a dos pasos de Venezuela, un país hoy regido prácticamente por un narcoestado, donde la coca tiene vía libre. Así, ni modos.

Ahora bien, no todo se puede resolver al mismo tiempo. Una gran carretera que uniera a Norte de Santander con la Costa haría maravillas, pero también es necesario dar un viraje en la política antidrogas. Porque es justamente el narcotráfico, es decir la mata de coca, la que no deja arrancar del todo el árbol del mal. Lástima grande que la evolución política no permita mayor optimismo en esta materia. La llegada de tiempos más propicios podría tardar lustros si, por ejemplo, el presidente elegido en 2018 es Germán Vargas Lleras o —¡Dios nos agarre confesados!— Alejandro Ordóñez. Abundarían entonces los babosos discursos prohibicionistas.

En cuanto a Salud, tienen que ser en extremo idiotas quienes la secuestren si creen que de esa forma la van a callar. Una vez regrese a su hábitat —y hago votos para que la estupidez de los que mandan en esa zona no llegue al punto de hacerle daño físico— expresará con fuerza redoblada sus opiniones.

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