Bronx: la otra Colombia de desintegración social

El Bronx, era una empresa criminal con autoridad y mando, con funciones específicas para cada caso en particular, hay que conocer sus promotores y gerentes, para que paguen por sus fechorías.

Para el caso de los niños secuestrados y abusados, debió existir un coordinador, lo mismo que para los secuestros, violaciones, torturas y descuartizamientos, todos estos macabros hechos deben tener estricta relación con agentes externos del Bronx, que en muchos casos tocan con la tolerancia o la vista gorda de las autoridades, en este aspecto la sociedad exige que la fiscalía general de la nación y la procuraduría, inicien una investigación exhaustiva contra los funcionarios de todo orden que tuvieron bajo su jurisdicción la administración y vigilancia de estos lugares.

Los alcaldes locales deben tener enorme responsabilidad sobre todos estos hechos, han pecado por acción o por omisión, pensar que todo transcurra y nos quedemos simplemente con la vergüenza y el escándalo, se cae de su peso, puesto que han debido denunciar a tiempo el crecimiento de todas estas ollas con el fin de haberse tomado las medidas correspondientes y evitar tantos crímenes cometidos contra víctimas inocentes en todo el tiempo transcurrido.

La cantidad de delitos atroces y de lesa humanidad, contra menores secuestrados y abusados, tiene que tener sus responsables, esperamos que muy pronto se develen sus nombres, eso de descubrir semejante infierno de infamias, y que simple y llanamente nada vaya a pasar, es como si viviéramos en las hordas infernales, sin dios, sin patria y sin ley.

Pareciera que el Bronx, por su ubicación en medio de los tres poderes públicos, es la universidad del delito de los entes estatales, puesto que su actividad tenebrosa en todas sus modalidades, se ha desarrollado en su medio, y aún la ignoran y no se han dado cuenta, pero lo más irónico es para los administradores de justicia y quienes tramitan las leyes rasgándose las vestiduras por una Colombia mejor.

Nos encontramos en la antesala de firmar el acuerdo de paz, sin embargo, hay una serie de factores que nos están diciendo que es imposible lograrlo ante tanta injusticia y descomposición social. Sirva la desarticulación del Bronx, para que nuestros gobernantes aterricen, dejen de hablar tanta paja haciendo promesas fallidas, que a la postre no se cumplen, puesto que tenemos el enemigo durmiendo a su lado, es decir, que el delito los está capando parados y no se han dado cuenta, ¡qué vergüenza!

Lo que se acaba de descubrir con la toma del Bronx de parte de las autoridades, nos deja estupefactos; sabíamos desde hace mucho tiempo atrás que era el paraíso de prácticas absolutas de todo tipo de obscenidades y de aberraciones: abusos sexuales, consumo de alucinógenos, secuestros, extorciones y comercio ilícito de drogas y del delito en todos sus formas, pero, jamás imaginarnos que detrás de todo esta muralla del crimen se escondiera toda una empresa criminal de comercio organizado y jerarquizado, manejado con tentáculos de las altas élites sociales, que si no damos nombres en esta oportunidad, muy pronto develaremos toda la verdad.

Pero lo más grave es que el Bronx se encuentra en medio de los poderes públicos del Estado: Palacio de Nariño, Batallón Guardia Presidencial, Congreso de la República, Palacio de Justicia y Sede del Palacio Arzobispal, la distancia del Bronx, entre cada uno de estos tres poderes, es máximo de cuatro cuadras.

Para qué demonios se invierten billonarias sumas de dinero en programas de seguridad, si para el caso que nos ocupa que es Bogotá, todo estaba concentrado y técnicamente manejado, sabrá Dios si bajo la tolerancia y la vista gorda de las autoridades de policía y otras instancias de la Alcaldía Mayor, que desde tiempo atrás venían represándose, con los resultados tan vergonzosos y catastróficos que desde hace más de quince días nos sorprenden.

¿Qué se quiere decir con todo esto? Sencillamente que el delito en todas sus modalidades, por más que se quiera combatir, va a ser muy difícil hacerlo, mientras que no depuremos el centro de la Capital de Colombia de todo tipo de delincuencia organizada, no olvidemos que es aquí donde se ejerce nuestro Estado de Derecho. 

No tenemos porqué asustarnos: por la intolerancia, la corrupción y la irresponsabilidad de nuestros gobernantes, somos también los constructores de los Bronx existentes en Bogotá y en las principales ciudades del País, puesto que como borregos siempre acudimos a las urnas para elegirlos como nuestros voceros en las corporaciones legislativas y cargos por elección popular.

El caso del Bronx, merece un estudio muy profundo, con cada uno de los actores de los crímenes allí encontrados, pero más que todo sorprende el caso de los niños menores de edad que por sus propios medios acudían a consumir bazuco y otras sustancias alucinógenas por su propia voluntad, esto tiene que prender las alarmas para que los padres de familia redoblen la vigilancia sobre sus hijos y los directivos de establecimientos educativos, presten mayor atención a sus estudiantes especialmente cuando encuentren personas sospechosas merodeando sus establecimientos educativos.

Una vez más queda plenamente demostrado que los legisladores e investigadores sobre los derechos, deberes y obligaciones sobre la niñez se han quedado cortos en sus apreciaciones, con lo del Bronx y otros hechos aislados que se suceden en Bogotá y otras ciudades del País, podemos sacar grandes conclusiones: hay que empezar de nuevo, con unas políticas más claras y muy acordes con la situación actual.

Podríamos decir que no existe establecimiento educativo, de cualquier nivel, cuyos alumnos no estén expuestos a prácticas delictivas, como las que se ven a diario por los noticieros, cuando por una mínima intolerancia se desafían para saldar pequeñas rivalidades que muchas veces terminan en desenlaces fatales, y lo más grave, ante la presencia de sus compañeros que a su alrededor los motivan y secundan para que la riña sea más ardua y sangrienta.

¿Qué nos está pasando? Si los binóculos sirvieran para mirar el futuro del tiempo, muy seguramente que observaríamos un panorama desolador hacia el futuro: el de una juventud sumida en las drogas y en la violencia.

¿Si esto es así, dónde está el futuro de nuestra Patria?

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