La anunciada paz

Ojalá fuera cierto

Cómo quisiera creer en lo que predica la propaganda: que ayer "fué el último día de la guerra".

“Cómo quisiera creer que no habrá una víctima más de las Farc".

Cómo quisiera creer que el "cese al fuego bilateral" no significa que todos los amenzados, extorsionados o aún secuestrados por las Farc, no quedaron totalmente indefensos, ante la quietud del Ejército y la Policía, que algunos califican de “retirada”.

Cómo quisiera creer que la protección de los defensores de derechos humanos no será exclusiva, sólo para quienes defienden los derechos humanos de las Farc.

Cómo quisiera creer que las Farc van a "hacer dejación" de todas las armas.

Cómo quisiera creer que respetarán los límites de las "veredas de concentración" y no van a intimidar o a presionar a los campesinos de las zonas aledañas.

Cómo quisiera creer en el supuesto respaldo de las Farc a un plebiscito que se fabricó desconociendo las reglas de nuestra democracia. ¿Serán las Farc activistas "armadas del plebiscito”?

¿Cómo entender la "amplísima información" que tiene el Presidente sobre la guerra que se podría avecinar en las ciudades si gana el no?

¿Cómo creer si el "garante" de mostrar ante la opinión pública internacional es Nicolás Maduro, el líder más antidemocrático del continente?

El show internacional es un arma de doble filo para los actores. El Gobierno cree blindarse frente a la mayoría de los colombianos, que por ahora son escépticos a quienes es necesario convencer con hechos concretos, y las Farc creen blindarse frente la justicia internacional. Pero ni lo uno, ni lo otro ocurrirá de la noche a la mañana.

Los reflectores del mundo puestos sobre este grupo armado, harán intolerable hasta el más mínimo desmán. El péndulo está cambiando, la política internacional de EE.UU. no será más condescendiente, ni en territorio propio ni en territorio cercano. Por el contrario, se endurecerá cada vez más como consecuencia de los atentados domésticos como el de Orlando. Y Colombia no se puede convertir en el nuevo foco de florecimiento del terrorismo en el ámbito continental. La complacencia de Obama no es eterna, hasta William Brownfield, Subsecretario para aduntos de narcóticos y conocedor a fondo de la situación colombiana, afirmó recientemente que se está descuidando la política antidroga.

La conservación de nuestro talante democrático está hoy en manos de los medios de comunicación, de sus periodistas y de sus propietarios, obligados hoy a moverse en un mundo de la noticia completamente transformado por la extensión de las redes sociales cuya importancia hasta ahora empezamos a asimilar. Es tan grave tergiversar la información, como intentar omitirla en un país que ya tiene más teléfonos celulares que habitantes. Las redes ya no lo permiten.

En este escenario lo mejor es informar veraz e integralmente, porque como están las cosas, los colombianos votarán inducidos por la avalancha de propaganda fabricada con las ilusiones de un país que anhela la paz, y no por los alcances de la verdad que contienen los acuerdos, encriptados para que no sean evidentes las concesiones que encierran.

Que se silencien los fusiles siempre será una buena noticia. Ojalá las ilusiones sean pronto realidad, porque sería fatal otro desencanto. Ojalá.

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