Nos alegramos de tenerla de vuelta

Muchos, muchísimos nos alegramos del regreso sana y salva de Salud Hernández, pero ¿a cuántos no les convenía su regreso? Me temo que a no pocos. Sus valerosas columnas han hecho de ella una persona inconveniente para un sinnúmero de personajes que descansarían mejor sin la pulla de sus escritos.

Salud ha enfrentado a tantos y ha destapado tanta corrupción, mentiras y persecuciones, que a algunos les habría gustado que hubiera permanecido secuestrada o desaparecida. Ella y sus columnas son huesos duros de roer.

Su periodismo investigativo, provocador y sin concesiones, ha enfrentado de tiempo atrás, entre otros pesos pesados, al presidente Juan Manuel Santos y a su proceso de paz con las Farc. Ha sido llamada guerrerista y otras injurias con las que el Gobierno y sus amigos se han empeñado en clasificar a quienes se atreven a cuestionar dicho proceso.

No ha escapado tampoco a su analítica lupa la poderosa y cuestionada Fiscalía, durante y después de los tiempos del nefasto Eduardo Montealegre, hoy embajador de Colombia en Alemania, nombrado por Santos, como dicen por ahí, como agradecimiento a la persecución a sus enemigos.

Tampoco se han librado de sus ataques algunas de las desmovilizadas autodefensas, como “los Buitragueños” del Casanare, cuyo jefe “Martín Llanos”, a quien Salud llama “el rey de la muerte”, (El Tiempo, abril 16/16), aparentemente pretende seguir ordenando asesinatos, extorsiones y despojos desde la cárcel.

Pero, quizá sus más aguerridas columnas, las que le han granjeado los más peligrosos enemigos, han sido las referentes al control que ejercen sobre la población y los territorios del Catatumbo, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército Popular de Liberación (EPL) y las bandas criminales (bacrim), entre ellas el clan Úsaga.

Salud no ha ahorrado esfuerzo en desenmascarar lo que ocurre en el Catatumbo: la multiplicación de los cultivos de cocaína, la actividad de los corredores de droga hacia Venezuela, la constante extorsión y el régimen de terror que sufren los que se oponen a los grupos terroristas.

Hoy, gracias a los reflectores que se enfocaron en esa área debido a su secuestro, todo Colombia y podría decirse todo el mundo saben hasta qué punto el Gobierno ha perdido el control de esa zona, cuán desbocado está el cultivo de la coca y qué tan difícil será avanzar en la planteada negociación de paz con el ELN.

La información que Salud nos ha presentado en sus columnas es veraz y detallada. La periodista ha logrado crear una red de personas que viven en los territorios más abandonados y que confían en ella, en su seriedad y su voluntad de contar cosas que nadie más se atreve. Esto la ha puesto en la mira de muchos y no es arriesgado pensar que su vida ya corría peligro y hoy, aun después de haber salido ilesa de su secuestro, no pocos desean deshacerse de ella.

Somos muchos los que nos alegramos de su retorno. Pero ojo, la cautela en Colombia, en estos tiempos, no sobra. Sin embargo, sabemos que esta exhortación en ella se pierde.

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