Tenaza del plebiscito

La campaña política para refrendar o negar el acuerdo de paz entre el gobierno Santos y las Farc, en los términos pactados en La Habana, ha mantenido últimamente la atención de la opinión pública sin que, por el momento, despierte el inusitado entusiasmo que se esperaba. Tal vez sea ello, naturalmente, porque no se ha llegado a un acuerdo final y mucho de lo que está sobre el tapete permanece en obra gris. De modo que es difícil adelantar las labores políticas de una consulta popular que todavía se desenvuelve en la incertidumbre. Por eso tampoco hay una pregunta concisa que le brinde cuerpo y soporte al plebiscito. Y todavía mayor fluctuación cuando las señales contradictorias que se perciben de Cuba son de fondo y no exclusivamente de procedimiento.

De fondo porque, entre otras, la discusión radica en torno a si delitos muy graves como el secuestro, por ejemplo, tendrán el tratamiento de delito conexo y por lo tanto amnistiable, contradiciendo los cánones de la Corte Penal Internacional. Y si ello hará parte del convenio entre las partes o se dejará para que posteriormente lo dilucide el Congreso cuando aboque la ley correspondiente. Los elementos de la amnistía no son, pues, cosa de poca monta, siendo por lo demás evidente que los tiempos de la misma tienen impacto diferente si ella es antes o después del desarme. Y si este, a su vez, se dará previamente al plebiscito o si de algún modo este será un evento con la subversión armada.

Sea lo que sea todo esto parece cosa menor frente al apresuramiento que se tiene para adentrarse en la campaña política. Una campaña, como se dijo, hecha con base en hipótesis puesto que no se sabe el contenido final del acuerdo a refrendar. Parecería, en tal sentido, que la premisa fundamental del Gobierno es que los temas de paz no deben trascender, a como dé lugar, de este año. Y que el 2017 sea simplemente para que el Congreso, despojado de antemano de su poder deliberativo, se dedique a sacar las leyes ya enjalmadas.

Del afán, sin embargo, no queda sino el cansancio. Pero ese es, ciertamente, el escenario con el que se han encontrado los colombianos en estos días. En efecto, en principio se dijo que el acuerdo final se firmaría el 20 de julio, para lo cual unos días previos se vistieron los monumentos nacionales con una bandera colombiana y las consignas del Sí. Como no se llegó a nada se dijo que, en todo caso, el plebiscito se haría alrededor del 23 de agosto, fecha ya imposible. Luego se indicó que se haría hacia septiembre y ahora, de acuerdo con las actividades que viene adelantando la Registraduría, este podría realizarse a mediados de Octubre. Para lo cual, precisamente, el acuerdo final debería estar listo en estos días y sobre la base, desde luego, de que es bastante difícil la campaña pedagógica ordenada por la Corte Constitucional en un lapso tan evidentemente corto.

No obstante, así están las cosas. La premura parecería ser la directriz básica, sin razón para ello. El refranero aconseja ir sin pausa pero sin prisa. De hecho, el apresuramiento es a veces síntoma de desesperación. Eso, por supuesto, no es tema que preocupe a los partidos políticos, hoy el motor sustancial del plebiscito que hasta el momento carece de un acompañamiento ciudadano exento de los intereses partidistas. Lo cual no es buen síntoma porque la paz, ante todo, debería partir de iniciativas ciudadanas. Y entonces se anuncian eventos, en uno y otro lado, para promover el Sí mientras que, a raíz de ello, los eventuales partidarios del No también se apresuran a tomar una determinación como si estuvieran perdiendo la política. Con ello, a decir verdad, lo único que se hace es reducir el plebiscito al pleito Santos-Uribe del cual irremediablemente ya no va a salir. Y así las cosas, el plebiscito, más que por su contenido, será un remedo de una tercera vuelta presidencial.

Ante ello, sería bueno tomarse una pausa y dedicarse previamente a la firma del acuerdo final. Por supuesto, los partidos y los congresistas en trance de reelección no lo van a hacer. Al contrario, están pendientes de cuáles serán las ayudas al proselitismo para adelantar campaña en las regiones. Y que ello les sirva de prólogo para las suyas propias el próximo año. El plebiscito, pues, ha quedado atenazado por los partidos. Y de ahí ya nunca volverá a salir.

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