Farc: el perdón como política

El peregrinaje de familiares de víctimas a los Llanos del Yarí sugiere que más allá de una estrategia y un programa políticos, de allí debe salir el compromiso de las Farc con la verdad y el perdón.

Si, como lo advierten sus jefes, la denominada Décima Conferencia de las Farc es para adelantar la aprobación interna de los acuerdos de paz suscritos con el Gobierno Nacional, el encuentro debería servir para que esa organización mire alrededor, se entere y se ponga en los zapatos de los familiares de víctimas que viajaron a los Llanos del Yarí, entre Meta y Caquetá, en busca de la verdad sobre la suerte de los desaparecidos en manos de esa guerrilla o por causa de sus acciones.

Al compromiso de esclarecer miles de muertes durante 50 años de enfrentar al Estado colombiano, los máximos mandos de las Farc reunidos allí, unos 250, según lo estima la prensa que informa in situ sobre la “cumbre”, debería estar la determinación de convertir el pedido de perdón en parte de los planes con los que pretenden participar en la vida política de la nación.

Sí, el perdón. En cada uno de los casos en que se establezca la responsabilidad de los subversivos en secuestros, reclutamientos forzados, torturas, violaciones, desapariciones, masacres, ejecuciones extrajudiciales y demás asesinatos. Un programa de acción política de las Farc no se entendería sin que antes acudan ante la sociedad, y en particular ante sus víctimas, para explicar lo ocurrido y protagonizar el acto muy exigido de mirar a la cara a los afectados y ofrecer disculpas por tantas ofensas a la humanidad, violaciones de derechos humanos e infracciones al Derecho Internacional Humanitario -que protege en especial a los no combatientes-.

La actual conferencia, más allá de estrategias de acción y organización ya no como movimiento en armas sino que busca representación en el poder legislativo o ejecutivo, mediante sus candidatos, debería trazar una ruta coherente para pagar la inmensa deuda moral, humana y económica que tienen las Farc con sus víctimas y con la sociedad.

Si se entiende la política como una “rama de la moral que se ocupa de la actividad, en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por personas libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva”, las Farc deben enfrentar el dilema inicial e impostergable de buscar el perdón y la reconciliación con un país al que le han causado tantos y tan graves daños. Un país que les sigue el rastro a sus conferencias, en medio de la selva, para saber el paradero de hombres y mujeres golpeados por sus fusiles y su guerra.

Porque no están solo los que han ido esta vez al Yarí y al Caguán a pedir razón sobre el paradero y el estado de sus seres queridos, sino que también están quienes viven en un silencio ominoso y de impotencia porque tienen miedo de preguntar, o porque de tanto esperar a los suyos y ante la frialdad de las Farc creen estéril y humillante buscar la conmiseración de los victimarios.

No es solo desde la misericordia cristiana y de la ética humana que se plantea este reto a las Farc. Es desde el ejercicio mismo de una política que no acolite todas las formas de lucha y desde la voluntad cierta de finalizar el conflicto armado, que las Farc deben tener en su plataforma planes concretos dirigidos a restablecer una comunicación honesta y respetuosa con el país.

Lo dicen los familiares de las víctimas que han peregrinado hasta el Yarí: “no nos movemos de aquí hasta que nos den cuenta y razón de nuestros seres queridos”. Así mismo, la sociedad colombiana no puede renunciar a esperar que las Farc empiecen su vida legal con dos gestos muy políticos: la verdad y el perdón.

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