La atadura del narcotráfico

Salta a la vista que Colombia debe repasar su estrategia contra los cultivos ilícitos y las mafias. Los EE.UU. ratificaron la alerta: las áreas sembradas y el tráfico de drogas están de nuevo en auge.

Hay numerosas preguntas en torno al riesgo de “renarcotización” del país. Los cuestionamientos surgen porque los informes que desde hace cuatro meses ya perfilaban el aumento de los cultivos ilícitos, ayer se ratificaron con un memorando enviado por el presidente Barack Obama al Congreso de Estados Unidos, en el cual afirma que Colombia continúa entre los mayores productores y traficantes de drogas ilícitas del mundo y es tal vez el caso más preocupante del hemisferio, dado el ritmo al que viene creciendo, otra vez, la siembra de coca.

Hoy gravita una inmensa preocupación en la opinión pública debido a la proliferación de los cultivos en Nariño, Caquetá, Antioquia, Córdoba, Catatumbo, Chocó y Magdalena. Ello aunado a la incertidumbre sobre qué efectos traerá en la materia la desmovilización de las Farc: ¿cuántos de sus hombres desertarán para seguir insertos en la cadena del narcotráfico?

Enterado ayer al aire en una entrevista radial, respecto de las aseveraciones desde Washington, el expresidente Andrés Pastrana sostuvo que la situación actual es como si a Colombia la Casa Blanca le hubiese aplicado la desusada figura de la “descertificación”, que funcionó hasta 2003. Y el lunes fue más lejos al asegurar que las Farc desaparecerán como guerrilla, pero no como cartel.

En este contexto se debe mencionar la permanencia del Eln en el escenario del conflicto, con frentes permeados por las mafias de las drogas en Arauca, Casanare y Norte de Santander, al mando de alias “Pablito”. A lo cual se suma el poderoso y extendido “clan del Golfo”, que según el mismo Gobierno Nacional tiene sus estructuras vinculadas de lleno al circuito nacional e internacional de distribución de narcóticos.

Son tales los cuestionamientos al riesgo de un país retomado por el narcotráfico -aun si ello no ocurre con las escalas y los fenómenos de violencia del pasado-, que figuras como el expresidente César Gaviria sugieren que la atención al narcotráfico, en un ambiente de posconflicto, debe volver sobre algunos de “los elementos de juicio que salieron del Plan Colombia”.

El mismo Obama acepta en su carta que Colombia busca enfatizar su lucha antinarcóticos mediante la interdicción marítima y aérea y el combate a las bandas criminales asociadas a los narcos.

Los análisis de las agencias de monitoreo de organismos internacionales y de EE.UU. coinciden en que los dos últimos años los cultivos ilícitos por lo menos se duplicaron y suman unas 160 mil hectáreas (en 2012-2013 eran 48 mil). Superpuesto el mapa de las áreas sembradas, sobre el de las regiones en conflicto, hay correlaciones evidentes, y en especial con territorios controlados por frentes de las Farc.

En dos editoriales pasados, expertos aseguraron a El Colombiano que, a partir de los planes de atención negociados en La Habana, la guerrilla liberó el cultivo con el ánimo de que la sustitución y las reformas agrarias beneficien a un número mayor de labriegos y zonas de su base social, y por ende refuercen su control territorial y ahora su influencia política.

Se advierte también en la carta de Obama que la suspensión de las fumigaciones aéreas ha tenido impacto, al igual que la movilidad y desplazamiento de los narcocultivos a nuevas zonas, y en menor escala, para hacerse poco notorios.

Estas dinámicas e inquietudes demandan por supuesto explicaciones y medidas del Gobierno Nacional. Sería fatal ver al país de nuevo copado por el narcotráfico y sus carteles, tan detestables y dañinos.

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