Matanza en Quibdó y temor en el país

Una veintena de desapariciones y homicidios ocurridos en Quidbó, capital de Chocó, y en los municipios y caseríos aledaños, durante el último mes, ha tenido poco eco en los medios nacionales de comunicación. Que asesinen en un departamento de la periferia económica, política y social del país resulta un asunto más del “paisaje informativo ordinario”. Se calla esa matanza y se encubre la brutalidad que ejercen los autores.

Solo hay algún eco de esta barbarie en la emisora de radio local: En Quibdó todos los días matan a un joven. La nota habla de una juventud hecha lumpen, sin oportunidades de empleo y que es instrumento de grupos armados ilegales.

La población está aterrada e intimidada por estructuras criminales. Las imágenes captadas de los cadáveres dan náuseas. Recibí fotografías y un video que no vinculo a este texto por respeto a los lectores. Una mujer descuartizada miembro a miembro de su cuerpo y dejada en un solar como si fuese un animal. Otra decapitada. Hombres mutilados y tasajeados, recordando los cortes despiadados de las masacres a machete en Ruanda. Sevicia total.

Un video en el que, en un hospital local, intentan mantener con vida a un hombre al que los agresores le abrieron varias partes del cuerpo con arma blanca. Cortes con exposiciones profundas de huesos y músculos. En la cabeza, los hombros, la espalda, el abdomen. Cortado con sadismo por carniceros del hampa.

Pero nadie dice nada. Las autoridades no lo reportan y muchos líderes y defensores callan, porque no quieren pasar a engrosar la lista.

Al tiempo, en las calles de Quibdó y los pueblos cercanos, circulan panfletos, amenazas anónimas de pretendidos justicieros dispuestos a “la limpieza social”.

Un escuadrón que se hace llamar Bloque Jairo de Jesús Durango Restrepo – Frente Central Baudó de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia “informa” que debido a “hurtos, violaciones, riñas callejeras (…) se les acabó el tiempo a los sapos, colaboradores de la ley, ladrones, violadores, abusadores de menores, los chismosos, pelioneros con arma blanca”. Sentencian también a los drogadictos y a quienes se “aprovechan del buen nombre de la organización para extorcionar (sic)”.

A esta campaña de los ángeles exterminadores chocoanos se suman otras más sutiles con silenciador en Antioquia. La de encapuchados que secuestraron y asesinaron a la propietaria de un predio donde funcionará un campamento de normalización de las Farc, en Cauca.

El país se deja envolver por el desbordado optimismo que trae la posible firma de la paz con esa guerrilla. Pero aquí todos sabemos que esa es una violencia entre muchas violencias que este Estado ha sido incapaz de detener. Los homicidios de Chocó hablan de una Colombia que aún salpica sangre y que no preocupa a sus dirigentes.

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