Que las farc los dejen ser niños

La devolución de menores de 15 años avanza lenta. La guerrilla había reconocido tener a 21, pero parece que serán más. El hecho crucial es que ese delito -tan abominable- termine cuanto antes.

Entre las muchas solicitudes hechas a las Farc, por parte de la sociedad colombiana y la comunidad internacional, una de las más urgentes y acentuadas es la entrega de los menores en sus filas y el fin del reclutamiento de niños, por supuesto. Aunque desde el 15 de mayo pasado se anunció el “Acuerdo sobre la Salida de Menores”, el proceso ha sido lento y a cuentagotas.

El escritor Julio Cortázar decía que la diferencia entre redundancia y reiteración es que la segunda tiene alguna utilidad, porque recuerda aquellos asuntos esenciales que solemos olvidar los seremos humanos. Es comprensible que para las Farc resulte una vergüenza aceptar por fin que siempre tuvo en sus filas a niños entre los 12 y los 17 años. Pero no por ello debe olvidar su compromiso, para cumplirlo lo más pronto posible. Valga la reiteración.

Con el Gobierno, la guerrilla acordó que los chicos mayores de 15 años volverán a la civilidad junto al grueso de las tropas siguiendo el cronograma de las Zonas Veredales Transitorias de Normalización, aunque en los campamentos ellos recibirán atención diferenciada y especial.

Con los menores de 15 años, el proceso comenzó el sábado 10 de septiembre pasado, mediante la entrega a la Cruz Roja Internacional de 13 niños que estaban en Antioquia, pero que fueron trasladados de inmediato al Meta. La próxima semana otros 20 niños serían entregados en Antioquia al mismo Comité.

Declaraciones de alias “Iván Márquez” a la prensa española, en mayo pasado, dimensionan el tamaño de un reclutamiento que no tiene cifras ni estadísticas del Gobierno ni datos entregados por las Farc. Según él, si la firma de la paz estaba y está en marcha no tenía “sentido ingresar muchos”, pero desvincularlos masiva y apresuradamente, agregaba, “significaría quedarnos sin fuerza”. Los niños fueron instrumentalizados por años para la guerra brutal de las Farc.

Como ahora se trata de dar vuelta a la hoja, en el escenario del desarme y del fin del conflicto, si la votación del plebiscito y la firma final de los acuerdos lo refrendan, una muy buena rueda en el camino de la confianza es que la entrega de los menores de entre 12, 13 y 14 años sea prioritaria, y que la de los “mayorcitos de 15”, en los campamentos de la concentración, avance mucho más expedita que los casi cuatro años de negociación en La Habana, además de 50 años de guerra hiriendo a la sociedad colombiana.

Que este proceso no se verifique solo en los bancos de información confidenciales de la Unicef y de la OIM sino que por fin, dado que ni el Gobierno ni la Fiscalía ni mucho menos las Farc pudieron precisar las cifras, esa contabilidad de una práctica tan atroz sea conocida por el país y por el mundo, y que las Farc pidan perdón por ofender a la humanidad cortándole los sueños de raíz, desde la infancia.

No es un asunto menor: de ello da cuenta el complejo y detallado protocolo que debió diseñarse para atender a niños y adolescentes que acumulan los traumas de una guerra que les fue impuesta.

La devolución de los menores a sus familias, a sus hogares, a la sociedad civil, debe ser entendida como un paso esencial de confianza, no solo entre las partes negociadoras sino de búsqueda de construcción de credibilidad de las Farc y del proceso mismo frente a la ciudadanía.

Serán cientos los muchachos que puedan liberarse de las armas. De ese tamaño es la necesidad de que las Farc cumplan pronto. Cada día que pierdan esos niños en el teatro del conflicto, lo vemos con dolor los colombianos.

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