Voto: NO

Desde el momento mismo en el que nos cambió el referendo por el plebiscito que, además de mañoso es el mecanismo menos adecuado para aprobar los acuerdos de La Habana, los colombianos venimos siendo víctimas del más desenfadado abuso de poder de todos cuantos ha cometido el señor Santos, a lo largo de su mandato.

El famoso jugador de póker resolvió emplearse a fondo con tal de sacar adelante la partida de su vida, y con desparpajo le echó mano a la baraja de cartas marcadas que, de tiempo atrás, ha mantenido escondida en su bolsillo izquierdo.

Se desvaneció, entonces, el cachaco de rancia estirpe criolla, el caballerazo, y apareció el tahúr furibundo y embustero que realmente es y que hace y dice “lo que le da la gana”.

Porque su petulancia y ordinariez a la hora de hablar o de pasarse la norma por la faja, son ahora comparables con las de cualesquiera de los ramplones dictadorzuelos del vecindario.

Se atrevió, por ejemplo, a contrariar lo ordenado por la Corte Constitucional que, valga anotar aquí, no se entiende cómo avaló un plebiscito con el obsceno umbral del 13 % (acorde, quizá, a la estatura moral del presidente), y envió al Congreso el documento del Acuerdo Final incompleto y sin firmar, para elaborar luego la pregunta “que le dio la gana”.

Ha desatendido, igualmente, las indicaciones dadas por el Consejo Nacional Electoral.

Tampoco tuvo empacho el señor Santos, para desfigurar las serias advertencias que le hiciera la Corte Penal Internacional, o, sin consentimiento previo, sacar a relucir la figura del Papa para darle altura a su dichoso arreglo habanero, o para involucrar a San Pedro Claver, al que le tocó recurrir cuando el Departamento de Justicia de los Estados Unidos se le atravesó en los planes de realizar su majestuoso show final en la sede de la ONU, al no permitirles la entrada de los criminales de las Farc en su territorio y le tocara transarse por Cartagena.

Una sarta de mentiras, desacatos y distorsiones que sumados a la avalancha de publicidad con dineros del Estado, mermelada y funcionarios subyugados, están haciendo de estas elecciones un dechado de iniquidad nunca antes visto.

El señor Santos ha recurrido, pues, a cuanto ha podido para tratar de darle credibilidad y categoría a esa vergonzosa rendición pactada en Cuba, pero, sin duda alguna, la más rastrera de todas sus estrategias ha sido la manipulación de esa ilusión de paz que por años hemos tenido los colombianos.

Y es en esos términos de arbitrariedad y excesos como pretende celebrar los comicios que se avecinan y que, tal vez, son los más importantes de nuestra historia, porque lo que se está poniendo en riesgo es la permanencia de la Democracia Republicana.

Muy importante, entonces, que tengamos claro que el plebiscito al que el señor Santos nos invita a “apoyar” el próximo 2 de octubre, NO es por la paz de Colombia, por el contrario, es una invitación soterrada a entregarle el país a ese Socialismo del Siglo XXI que tantas desgracias y violencia le ha traído a los países donde ha logrado infiltrarse.

Voto NO, para que los acuerdos puedan ser reconsiderados y Colombia retome esa senda de la que jamás debió apartarse.

P.S.: No haber exigido la entrega de los más de 3.500 niños en poder de las Farc para dar inicio a los diálogos, fue un error craso. Firmar el Acuerdo Final habiendo entregado solamente 15 o 20 niños, es la peor afrenta, razón suficiente para el NO.

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