Nobel Sí, Gratitud y Respeto No

El presidente Santos, desde la alocución en la que aceptó el triunfo del NO en el plebiscito, venía siendo muy insistente con eso de que él era el “Jefe de Estado” y que “como Presidente” conservaba “intactas sus facultades”.

En cada una de esas intervenciones televisadas en las que se dedicó a demostrar, con personajes tan legítimos como la famosa “Doña Mechas”, que la mayoría de los votantes del NO habían sido engañados, tuvo a bien recordarnos su cargo y sus potestades, como si después de estos seis largos y pesados años de su impopular mandato no nos hubiéramos dado cuenta.

Tanta reiteración, como la de esta semana cuando enfáticamente anotó que “apenas tengamos ese nuevo acuerdo, yo sigo siendo el Presidente de la República y tengo todas las facultades, constitucionales y legales, para decidir cómo implementamos ese nuevo acuerdo”, no solamente dejan claro que no va a contar con el concurso de los colombianos para la refrendación del nuevo acuerdo, sino que hacen más evidente cuán debilitada quedó su, de por sí escasa, capacidad de mando.

Su desgobierno ha llegado a un punto tal, que su vicepresidente Vargas Leras parece que hiciera parte de la oposición; su ministro de Interior, señor Cristo Bustos, anda como rueda suelta diciendo que el tema de Jurisdicción Especial para la Paz, que está siendo tan duramente criticado por las Altas Cortes, por el Fiscal General de la Nación y hasta por el mismo Vicepresidente, es asunto intocable, olvidando que el anterior acuerdo ya carece de toda validez.

Dicho sea de paso, que tranquiliza saber que voces autorizadas y eruditas, aunque tardíamente expresadas, se han unido a los reparos que los distintos dirigentes del No advirtieron en su momento, sobre uno de los temas más peligrosos del desafortunado acuerdo.

El país, pues, se cae a pedazos. Nos invadió la coca y por ende, el narcotráfico y violencia que de esta se desprenden. Los niños guajiros siguen muriendo de hambre, estamos en bancarrota, la corrupción es rampante y ya no hay para la mermelada, ese dulce elemento con el que el presidente Santos consolidó su fastidiosa Unidad Nacional en el Congreso, y en esas precarias condiciones le tocará tratar de sacar esa leonina reforma tributaria que mantuvo escondida para no espantar votantes del SÍ en el plebiscito.

Pero, como las grandes preocupaciones del “Presidente de la República con todas sus facultades” se reducen a la consecución de sus objetivos personales, lo que ahora lo inquieta es que no le alcancen a tener listo un Acuerdo Final, para cuando regrese del “histórico” viaje que hará al Reino Unido, donde lo recibirán “como nunca antes” en calidad de Jefe de Estado, la Reina Isabel II, el príncipe Carlos y la honorable duquesa de Cornualles.

La situación es apremiante y por eso amenaza con lo de la “fragilidad del cese al fuego”, tiene que ir a recoger el premio que se consiguió en Oslo, llevando su flamante paquete de paz bajo el brazo.

El presidente Santos podrá tener todos los premios del mundo, sin embargo, la gratitud y el respeto de su pueblo, el más importante galardón al que puede hacerse acreedor mandatario alguno, ¡jamás será suyo!

Nobel Sí, gratitud y respeto, No.

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