¿Otro paquete chileno?

Con el antecedente nefasto del exfiscal Montealegre, el mayor fraude perpetrado contra la Nación por el presidente Santos en este sexenio, no cabe el optimismo ante la gestión que se inicia del nuevo fiscal, Néstor Humberto Martínez.

Montealegre y Martínez fueron ambos ungidos por Santos. Montealegre inspira hoy aversión general por el cinismo que desplegó, por privatizar el cargo para sus caprichos, por ejercer el poder con abuso arrogante. En rechazo visceral solamente lo aventaja el eximio troglodita Alejandro San Próculo.

El presidente no conocía muy bien a Montealegre y acertó, si se trataba de poner en práctica la teoría lopista que equipara gobernar con chambonear. El único doctrinante de Santos, como se sabe, fue Alfonso López Michelsen. Corrijo. El presidente también se sabe de memoria un par de frases célebres de Winston Churchill. A Néstor Humberto Martínez, el presidente lo conoce muy bien. Ergo, se puede pronosticar un desastre superior al de su antecesor.

En la posesión de Montealegre el 29 de marzo de 2012, Santos afirmó: “El doctor Montealegre tiene una hoja de vida impecable. Hicimos ese ejercicio de diseñar el mejor perfil posible para ocupar la Fiscalía en un momento tan importante para la historia del país como el que estamos viviendo; difícilmente puede encontrar uno un mejor perfil que el del doctor Montealegre. Sus estudios, su experiencia desde juez municipal hasta presidente de la Corte Constitucional, su especialidad en el derecho penal, su trayectoria y su probada objetividad e independencia y honestidad, todas son virtudes que nos dan una gran tranquilidad a mí como presidente de la República, como Jefe de Estado, y a todos los colombianos, que una persona de esos quilates asuma la Fiscalía General de la Nación”.

En esa ocasión Santos llamó a Montealegre “apreciado fiscal”. El lunes 1 de agosto, al posesionar a Martínez, Santos lo llamó “apreciado Néstor Humberto”. Pero ni una palabra sobre su honestidad. La de Montealegre como sabemos duró hasta los contratos otorgados a dedo por $4.000 millones a Natalia Springer, ex Lizarazo Tocarruncho, escándalo que salió a la luz pública gracias a la tenacidad de Diana Carolina Durán y Juan David Laverde, reporteros estrella de El Espectador. “Abogado brillante” que ha ejercido la profesión “con sello de excelencia”, dijo Santos de NHM, pero ni una sola vez afirmó que tuviera una “hoja de vida impecable” ni ponderó sus quilates.

Montealegre se estrenó enarbolando la culpabilidad de Sigifredo López, el diputado del Valle que de víctima de las Farc pasó a ser cómplice del secuestro en la perversa distorsión de un video que supuestamente lo identificaba por la nariz. López tuvo que ser dejado en libertad. Esa no era su nariz. Parecía una salida del inspector Closeau pero fue una farsa infame. Pese a este debut de ineptitud suprema, Montealegre no tuvo inconveniente en despacharse contra “la situación catastrófica” que encontró en la Fiscalía, según dijo en entrevista del 2012 con Yamid Amat. “Heredé una Fiscalía paquidérmica y desorientada con respecto a su rumbo. Ahí entendí en toda su dimensión los relatos de Kafka sobre el asombro que siente un hombre cuando ingresa a los aparatos de justicia, absolutamente incomprensibles y misteriosos”, dijo el entonces fiscal. “La Fiscalía parecía ese mundo de incertidumbre y azar que estudian físicos modernos, y que describió Vargas Llosa en su ensayo sobre el caos, en Los desafíos de la libertad”, afirmó. “La entidad que dirijo parece inventada por Daniel Defoe, el escritor inglés que se ingenió a Robinson Crusoe: parece un mundo de actores aislados de la sociedad y la civilización”, señaló Montealegre. “Los fiscales se parecen a esas figuras de la literatura norteamericana que recuerda William Ospina en un ensayo sobre William Faulkner: hombres solitarios, perdidos en la inmensidad del bosque”, precisó. Montealegre no puso a funcionar la Fiscalía pero sí dejó como herencia otro politiquero como él, Jorge Fernando Perdomo.

“¡Pase usted a la historia como el fiscal de la lucha contra la corrupción!”, le pidió Santos a NHM. Es difícil confiar en el pronóstico después de la probada independencia y honestidad de Montealegre que nos vendió Santos. La palabra presidencial se devaluó. Pero al menos NHM no pretende descrestar calentanos con devaneos literarios. No le queda tiempo para los libros. Manejar la caja registradora de los abultados honorarios que le pagan los conglomerados financieros y los grupos económicos es ocupación de tiempo completo.

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