Secuestro: Pata coja con el eln

La negociación con el Eln puede indefinirse otra vez. El Gobierno exige liberar a los secuestrados, entre ellos a Odín Sánchez. Y el Eln responde que “no es cuestión de conjuros”. ¿La mesa sigue coja?

En el alto gobierno y sus negociadores hay un criterio claro: para instalar la mesa de conversaciones con el Eln, en Quito, se requiere que ese grupo armado ilegal cese el secuestro y que, de manera gradual, pero continua y verificable, libere a quienes tiene en su poder por razones económicas o políticas. Así se los exigió a las Farc.

Uno de los secuestrados cuya libertad es condición indispensable es Odín Sánchez Montes de Oca, quien además se encuentra en precarias condiciones de salud.

Pero en su página oficial Voces.com, el Eln solo sostuvo el viernes pasado que está en disposición de debatir y acordar el tema en la mesa de conversaciones. ¿Ello implicaría, por ahora, si no se instalan los diálogos, que el delito de lesa humanidad que es el secuestro no será abolido de las prácticas de esa guerrilla?

Otra vez, el proceso vuelve a un punto muerto aunque se espera sea menos insalvable que en otras ocasiones, cuando hubo cortos circuitos que llevaron meses para ser reparados. Por lo pronto, el jefe de la delegación de esa guerrilla guevarista, alias ‘Pablo Beltrán’, sostiene que sortear las “causas de la rebelión” no es cuestión de conjuros, aunque “los derechos de las víctimas están en el centro” de los intereses y objetivos del diálogo.

La realidad concreta indica que con el Eln van tres años de preámbulos, de reuniones, de aproximaciones, pero que a cada oportunidad de emprender la fase pública de las conversaciones aparece un inconveniente nuevo, surge otra imprevista disparidad de criterios. Ello, si es que las partes no lo han advertido, pone cada vez más en entredicho la credibilidad del proceso.

Sería bueno que la palabra escrita rija los términos, condiciones, plazos y procedimientos, porque hasta ahora la sociedad colombiana es espectadora de recriminaciones mutuas de las partes en declaraciones a los medios. Y ya resultan incomprensibles las excusas y señalamientos, de lado y lado, sin que haya documentos que respalden o dejen sin piso tantos incumplimientos.

La libertad de Odín Sánchez, la del médico Édgar Torres y la de otra decena de personas sería un paso clave para que la sociedad empiece a depositar esperanza también en el fin del conflicto con el Ejército de Liberación Nacional.

En contraste, acciones terroristas y recientes en Arauca, en las que un grupo al parecer del Eln asesinó a dos conductores y quemó sus camiones no corroboran la expectativa de una mesa de conversaciones que debe activarse, a más tardar, este jueves 3 de noviembre.

El ambiente actual no es el de enemigos convencidos de que hay que sentarse a resolver la confrontación militar, sino el de partes desentendidas que deshacen fechas y compromisos con facilidad e irresponsabilidad pasmosas.

El presidente Juan Manuel Santos plantea la figura de que para bailar se necesitan dos, pero por ahora él y su jefe negociador, Juan Camilo Restrepo, no encuentran o no buscan a esa pareja con la que es necesario dar pasos firmes.

A lo largo de los anuncios de negociación con el Eln, el último año, reaccionamos con cautela y cierto escepticismo. Los hechos nos dan la razón. No era ni mucho menos una postura contraria a la búsqueda de una salida política. Se trataba, simplemente, de atender la historia de desencuentros y veleidades de una guerrilla con la cual parece tarea imposible sentarse a hablar.

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