Trabajar la paz, no la pasarela

Romper la incomunicación personal y política es un buen avance. Las instituciones conservan sus competencias y el diálogo político debe buscar salidas, que no son promover candidaturas.

De las reuniones de ayer entre el Presidente de la República y representantes del No en el plebiscito, salieron mensajes que invitan más al optimismo que al pesimismo. Por el contrario, hubo expresiones de consenso y unión.

Romper una incomunicación que se había exacerbado hasta límites incomprensibles en una democracia, es de por sí buena señal. Hizo bien el presidente Santos en tener la iniciativa de convocar a los opositores, e hicieron bien estos en acudir a la Casa de Nariño. Unos, como el expresidente Andrés Pastrana, para salir opinando en un tono diametralmente opuesto al manifestado hasta la víspera. Los otros, con el expresidente y senador Álvaro Uribe a la cabeza, quizás con las ideas más claras, pero también con un temario tan amplio que demandó varias horas exponer.

Lo que hay que reiterar es que esta coyuntura no debe usarse para proselitismos electorales ni para convertir el escollo en el que se encuentran los acuerdos con las Farc en una pasarela para promover protagonismos o catapultar candidaturas. La crisis que hay que abordar y solucionar es seria, y el mensaje del plebiscito no era para definir cábalas partidistas.

Hay que resolver el estado de los acuerdos, la renegociación de puntos que pueden ser inadmisibles para la mayoría de los electores y las vías jurídicas para asegurar lo acordado, habida cuenta de que los procedimientos establecidos en el acto legislativo N° 1 de 2016 no podrán ejecutarse, pues estaban supeditados a la aprobación del plebiscito.

Por eso, no se comprendería que los voceros del No lleguen con exigencias maximalistas o con propósitos de comenzar todo desde cero. Ni el tiempo lo permite ni lo logrado en cuatro años es por completo desdeñable. Hay que tener sensatez. Mezclar temas como los que voceros como el exprocurador Alejandro Ordóñez menciona como inamovibles -la concepción de la familia tradicional, la ideología de género- están aquí fuera de lugar. Otros son los escenarios y los momentos para abordarlos.

Nos parece correcto que desde hoy mismo las comisiones designadas por el Gobierno y los voceros del No comiencen a trabajar para que, en tiempos definidos y cortos, logren concertar posiciones para comunicárselas a las Farc.

Así como el expresidente Uribe mostró ayer ánimo constructivo e incluso optimista que puede apaciguar posturas exaltadas entre sus partidarios, los comandantes de las Farc deben entender que hay un hecho político por ahora irreversible -el resultado del plebiscito- y que habrán de definir las rectificaciones a las que hizo mención ‘Timoleón Jiménez’ el pasado lunes.

Colombia espera coherencia de sus líderes y buen juicio. Y no estar de sobresalto en sobresalto enterándose a través de trinos sobre ocurrencias de última hora, ni por parte del bando que llamaríamos de la “legalidad” ni por parte de los jefes de la guerrilla.

La sociedad confía en que las instituciones sigan funcionando, y en que la legitimidad de ejercicio de quienes las representan sea respetada, en cuanto el plebiscito no era ni una elección presidencial ni otorgó potestades de cogobierno a nadie. Sí concedió mayor capacidad de interlocución y una personería que el Gobierno y las Farc deberán escuchar. Eso comenzó ayer, y el país entero espera que todo llegue a unos consensos aptos para construir un verdadero clima de convivencia que nos incluya a todos.

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