¿Votos o balas? Caguaripano vs Ramos Allup

Dos visiones de la política para un mismo objetivo: El poder. Una, el “push”, la acción audaz de comando; la otra, el discurso, la retórica para convencer a las masas y obtener sus votos. La primera es el uso de la fuerza, la razón que se abre paso a tiros. La segunda es la dialéctica de la democracia, la confrontación de argumentos, la conquista del poder por los medios pacíficos y honestos de la democracia. ¿Quién tiene la razón? La respuesta no se puede construir en abstracto, hay que buscarla en la realidad política a la que se deba aplicar. Si hablamos de una democracia republicana no cabe duda de que solo es admisible la confrontación política civilizada; si hablamos de dictaduras esa verdad no es tan tajante.

En la sesión de la Asamblea Nacional del martes 1° de agosto el diputado Henry Ramos Allup pronunció un discurso defendiendo la participación en el proceso para elegir gobernadores y alcaldes, que estaría siendo programado por el CNE. En esa oportunidad hizo una acalorada defensa del medio electoral y dijo: “…sepan los venezolanos que las dictaduras no salen con balas, salen con votos. Una vez me preguntaron cuál es el régimen que ha salido con votos, pues le dije que así salieron en Chile, Paraguay y Brasil”.

Fue una afirmación no totalmente cierta la de Ramos Allup, veamos:

I

En Chile, el dictador Pinochet, una vez transcurridos 16 años de su régimen y seguro como estaba de contar con el favor popular, convocó a un plebiscito sobre su continuación en el poder por otros 16 años, y permitió ciertas liberalidades tales como observadores internacionales y representantes opositores en las mesas, también un poco de campaña electoral. Entonces, los chilenos pudieron ver al opositor Ricardo Lagos cuestionar en televisión a Pinochet. El resultado fue que el pueblo salió a votar. Cerrado el proceso y todos a la espera de los escrutinios, el general Fernando Matthei, jefe de la Fuerza Aérea y miembro de la Junta de Gobierno, en una aparición no programada, más bien accidental, ante unos periodistas que estaban en el hall de un hotel, no sin titubeos declaró en televisión: “Parece que ganó el No”. Eso abrió una grieta que se les hizo imposible salvar. Tiempo después el general reveló que Pinochet le había ordenado desconocer los resultados y le entregó un decreto para que lo publicara, pero que él lo desobedeció.

Esta historia nos deja ver que la dictadura chilena fue derrotada con votos, pero no solo con votos, el azar juntó una serie de imponderables que no pueden generar una regla de inexorable cumplimiento.

II

Paraguay. La dictadura del general Alfredo Stroessner duró 35 años, desde 1955 hasta 1989, y en su ínterin se adornó con distintos simulacros electorales en los que invariablemente ganaba de manera abrumadora. Salió porque lo traicionó otro militar, Andrés Rodríguez, su consuegro, quien tomó las riendas del poder y permitió ciertas libertades como la de expresión y la actividad de partidos hasta que llamó a elecciones, que también ganó ampliamente y a partir de allí se abrió paso la democracia. En este caso también fueron los votos, sí, pero después de una larga y sangrienta dictadura y porque otro golpe militar los permitió y, además, porque el relevo dictatorial sabía que ganaría.

III

Brasil inauguró una cruel dictadura en 1964 y 11 años después esta convocó a elección no popular sino vía indirecta para presidente; es decir, por votos en el Congreso. Ganó Tancredo Neves, quien murió antes de acceder al cargo; asumió el vicepresidente José Sarney y dio paso a un proceso constituyente que restauró el sistema democrático. En este caso tampoco se confirma la expresión de Ramos Allup.

IV

Cuba, Venezuela. A nadie se le ocurriría decir en Cuba que la dictadura saldría con votos a menos que un evento extraordinario lo permitiera. En Venezuela nada permite pensar que el régimen Maduro-Cabello saldría con votos; por el contrario, es obvio que han instrumentado todo un superorganigrama para el fraude que están usando a todo vapor, y el cual entre otros elementos incluye una plataforma electrónica manipulable, un entramado judicial integrado por el TSJ y el CNE, un sistema de dádivas compra votos que incluye los requerimientos básicos para el consumo del hogar, el control intimidatorio de los empleados públicos, un gigantesco aparato represivo militar-policial y paramilitar. Además, públicamente altos personeros de la cúpula dictatorial han manifestado abiertamente que no permitirán ningún otro proceso electoral en el que puedan perder. Allí está el video de octubre de 2016 en el que Maduro, en una reunión con gente de su partido, les dice: “¿Ustedes quieren otra vez enfrentarse a la tragedia de que nos gane la oligarquía? Más nunca en la vida. Fíjense ustedes lo que está pasando en la Asamblea Nacional, no nos vamos a calar unas elecciones que vamos a perder”.

V

En resumen, las dictaduras dejan votar al pueblo solo si saben que ganarán. En Venezuela hay una dictadura, por tanto, no hay posibilidad de hacer buena la palabra de Henry Ramos a menos que un Caguaripano o un hecho inesperado genere una situación que lo permita; es decir, balas, votos y casualidades es lo que en realidad ha ocurrido en los países del ejemplo invocado por el diputado. Ahora, que los demócratas debemos invocar a todo trance el voto como prioridad es verdad, pero a sabiendas de lo que la realidad indica y que la participación en estas condiciones es como un acto de fe y de aprovechar la más mínima rendija para pregonar, para denunciar, para movilizar, es otra cosa. Lo que en verdad no resulta prudente es anticiparse a condenar cualquier evento como el de Paramacay, el cual responde a una realidad de asfixia que produce una dictadura como la que hoy oprime y mata en Venezuela. Hablar claro es el consejo. Nada malo tendría si en vez de la tajante afirmación de Ramos Allup se dijera algo así como “vamos a participar a sabiendas de la determinación dictatorial del régimen, lo haremos para continuar movilizando al pueblo y para que el mundo siga constatando lo que ocurre en Venezuela”.

Si a la dictadura cubana se le ocurriera abrir un espacio electoral en la isla estoy seguro de que Unpacu y otras organizaciones que allá luchan con tantos sacrificios por la libertad lo aprovecharían para pregonar su canto de libertad, pero no para generar la ilusión de que ganarían y que les entregarían la gobernación de La Habana.

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