Una respuesta a Antonio Caballero

En la columna de Antonio Caballero se refiere a algunos actos de acoso, posicionándolos como actos de simple mala educación. ¿Qué impacto tienen este tipo de columnas en los imaginarios sobre acoso sexual?

Señor Caballero,

En su columna de este 17 de Diciembre, usted hizo una desafortunada reflexión sobre el acoso sexual, en donde la posiciona como un acto de mala educación que no llega a ser violencia.

Desde mi punto de vista, estas reflexiones son absolutamente peligrosas, porque dejan en el ambiente la idea de que la violencia sexual solo debe ser denunciada cuando se trata de un acto cruento de violación. De hecho, plantear las denuncias de acoso sexual como una exageración, tal y como usted lo hace, refuerza los estereotipos que llevan a que las mujeres no denuncien o sean puestas en tela de juicio cuando lo hacen.

Usted manifiesta que los actos de acoso son esenciales a la coquetería y a las relaciones humanas. Ahí se equivoca de cabo a rabo. En los actos de acoso generalmente hay una relación de poder (profesor-alumna, jefe-trabajadora, etc) y buscan abusar de esta para lograr favores sexuales. No son simples actos de "mala educación", sino actos abusivos en donde se pretende obtener contacto sexual bajo coerciones expresas o veladas, aprovechando la posición que se tiene sobre una mujer. Los tocamientos no deseados, comentarios sexuales, entre otros, no solo son incómodos en medio de una relación de poder, sino poco éticos y una clara coacción a la libertad personal.

Señor Caballero: que a los hombres les hayan enseñado que pueden manosear a las mujeres a su antojo no lo hace menos delito. Posturas como las suyas son las que sostienen jueces como los del caso de "la manada" en España, en el que se discute la posible inocencia de unos agresores sexuales que violaron a una chica en plena calle porque ella no mostró el sufrimiento típico de una víctima. Fíjese que ni siquiera en los casos de violación, que usted sí considera graves, nos creen a las mujeres.

El acoso sexual ha acabado con la carrera de muchas mujeres que han preferido renunciar a seguir aguantando las insinuaciones de su jefe. ¿Qué opciones tienen? Si denuncian, nadie les cree, o les hacen la vida imposible. Si no lo hacen, los jefes lo asumen como un permiso para seguirlas acosando.

Eso responde su lamentable pregunta: "¿Y no saben tampoco cómo no darlo estas mujeres a quienes se lo piden de tan tosca manera?". Muchas mujeres han salido corriendo justamente para no tener que "dárselo" a sus superiores. Esas mujeres promotoras de la campana me too, que usted llama "repentinas quejosas", son personas valientes que han logrado por fin evidenciar cómo un productor les tenía amedrantadas, amenzándoles con acabar sus carreras si no cedían a sus insinuaciones sexuales.

Actos como la denuncia pública ayudan a que los  acosadores se sientan por lo menos observados. No sobra decir que el acoso fácilmente puede derivar en una violación. Denunciar el acoso evitaria muchos casos de esa violencia sexual directa que usted si considera grave.

Usted dice: "Dieciséis mujeres están acusando a Donald Trump de abusos sexuales porque alguna vez les tocó el culo o les pellizcó una teta: grosería, sí, pero no hay que confundir la vulgaridad con el abuso sexual, que es una cosa grave". De ninguna manera un acto tan invasivo como un pellizco en los senos o los glúteos puede ser calificado como una mera grosería. Desde 2008 en Colombia eso es un delito.

Quizá una de las cosas más incómodas y vulneradoras de derechos que vivimos las mujeres en la cotidianidad es justamente esos actos de acoso que la sociedad ha normalizado y nos ha obligado a aguantar. Afortunadamente hay mujeres valerosas que se atreven a denunciar y que son un rayo de esperanza para aquellas que no han podido hacerlo. Usted se preguntará por qué no denunciaron de inmediato. La respuesta es porque solo la distancia que da el tiempo permite poder hablar de hechos tan complejos. Columnas como las suyas, que por demás abundan, hacen que muchas mujeres no logren identificar lo que vivieron como acoso y terminen aguantando.

Señor Caballero, el acoso sexual es un delito en Colombia, y nos hace un flaco favor a las mujeres escribiendo una columna en donde lo banaliza y lo hace ver como una exageración. Nadie tiene por qué aguantarse que lo toquen cuando no quiere, o que le hagan insinuaciones sexuales en ambientes que deben ser seguros. Solo el día que dejemos de juzgar a las víctimas por denunciar, y entendamos que la violencia sexual incluye todos los actos de acoso sexual, las mujeres podremos estar tranquilas en espacios públicos.

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