¿Un ego individualista, colectivista o el resultado de una hipnosis?

¿Me conoces? Soy el adversario y esta es mi historia. Soy esa voz que está en tu interior y que te hace dudar, incluso de mi existencia. Soy la depresión, la ira, los celos, la preocupación, el miedo, el falso orgullo y el comportamiento egoísta. Prospero en la necesidad y la decepción, la negatividad y el cinismo. Pero hay un secreto que voy a revelar por primera vez: No importa cuán bajo te he hecho caer, tú tienes el poder de cambiarlo.

Contra carátula del libro “SATÁN – Una autobiografía de nuestro gran oponente, el EGO” por el Rabino Yehuda Berg

La mente inconsciente es muy brillante. El inconsciente es mucho más listo, sensato y rápido. Entiende mejor. Por lo tanto, estás dejando que tu intelecto interfiera con tu aprendizaje, ya que tu inconsciente es tan inteligente a la edad de cincuenta como lo era a la edad de seis meses. De ahí que, la mejor manera de aprender, para usar el lenguaje vernáculo, es lograr sentirlo: Tú sientes un poema, sientes una pintura, logras la sensación de una estatua. Sentir es una palabra muy significativa. No sólo sentimos con los dedos, sino con el corazón, con la mente; tú sientes con los aprendizajes del pasado. Sientes con las esperanzas para el futuro. Tú sientes el presente, como lo hacen los niños.

Dr. Milton Erickson, creador de la hipnoterapia naturalista

Como todos sabemos, la hipnosis es un estado de inconsciencia semejante al sueño que se logra por sugestión y que se caracteriza por la sumisión de la voluntad de la persona a las órdenes de quien se lo ha provocado. El que está siendo hipnotizado sabe que algo ocurre, pero no puede evitarlo. Y cuando ‘despierta’ se sorprende de lo que fue capaz de hacer.

De igual forma nos pasa cuando despertamos de una pesadilla política. ¿Pero cómo se entra en ella? Mediante una ‘hipnosis social’ en la que entran en juego los componentes del ego. ¿No fue eso lo que pasó con el Brexit? ¿No es esa la explicación de la hipnosis del poder que lleva al DANE el ignorar los reclamos de la comunidad de sistemas ante el señalamiento de su ineficiencia de seguridad?

Según el informe “Freedom in the World 2011” de Freedom House, alrededor de 2.400 millones de personas (35% de la población mundial), viven en países que no se consideran libres; mientras que, 1.500.000 (22%) viven en los llamados "parcialmente libres."En 1945 Checoeslovaquia fue liberada del totalitarismo nazi para ser entregada al totalitarismo soviético gracias a un acuerdo secreto. La gente aceptó el regalo envenenado de la ‘liberación’ porque funcionó como un hipnotismo social de mucho prestigio. ¿Acaso no tenemos un ‘sueño liberador’ llamado ELN que muchos se tragan sin chistar? ¿Alguna vez, alguien, los ha cuestionado sobre las contradicciones de su ‘liberación’? ¿Y cómo comienza todo? Con una ficción política que se parece a la hipnosis.

En febrero de 1996, el Partido Comunista nepalés de orientación maoísta (PCN-M) inició una sangrienta guerra para establecer una "república popular" al estilo Mao. Una década más tarde, sin embargo, firmaron un acuerdo de paz con el gobierno, se unieron a la política de partidos en el congreso haciendo parte de un gobierno de transición; participaron en elecciones democráticas. De ahí surgió un gobierno híbrido que ha dado lugar a una mayor inestabilidad de republiquetas y grupos resultantes de las ambiciones personalistas de sus líderes.

Por lo tanto, este es un escrito sobre cómo se engendra ese hipnotizado ego político totalitario, una pandemia que agobia a la humanidad. Ante esa permanente amenaza en ciernes, la humanidad se divide entre hipnotizadores, hipnotizados, despiertos, sonámbulos e indiferentes. Se trata de la hipnosis del poder totalitario, abierto o disimulado, mediado por los engaños del ego que los medios cómplices manejan muy bien.

Así, el domingo 14 de enero de 2018 vendía Semana su ‘película’ de ficción psicopolítica “Batalla de egos: las alianzas electorales están en peligro” lo que es una conclusión tentadora, porque si están en peligro las alianzas ¿Cuál es la solución? La solución de facto que se rumora. En esas estaba cuando me tropecé en mi biblioteca con el libro de la cita que encabeza esta columna por lo que me asusté al asociarla con las fotos de Fajardo, De la Calle, Petro, Clara López, Iván Duque, Martha Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez en la carátula de la revista. Me los imaginé inmersos en una pelotera en la que Freud, como árbitro descubridor del ego, saldría corriendo. Y me pregunté si el autor del escrito tendría ego, qué tan peleonero era y a qué escuela de hipnotismo de sicología política pertenecía, porque eso son algunos partidos, como el comunista.

Mi aprehensión aumentó cuando vi la edición de El Tiempo dedicada casi toda a la hipnosis política perturbadora para vender ‘cualquier salvador’ que le convenga al régimen de turno, si entendemos como régimen la política sucia que garantice la amplia gama de complicidades necesarias para mantener el predominio de los intereses en juego. Como parte de ese escenario de desasosiego ha surgido Trump el loco, el niño terrible del ELN, la esposa de Pepe Mujica que es la que manda, las operaciones militares en Nariño; Uribe, Pastrana, Ordóñez y Ramírez que se entienden en lo fundamental, pero se desencuentran en los detalles; los huecos del sistema judicial y sus trucos, la dispersión de la centro izquierda o esperanza de los afligidos derechistas, recomendaciones para las elecciones, el infierno de Venezuela, etc., es decir, cortinas de humo que esconden el verdadero propósito de una desazón creada. La cereza del pastel político inventado por el ego de muchos cuyo vocero era Sergio Jaramillo, exponía el sueño del suyo: “La inclusión política garantiza que no se repita la violencia.” La foto central que nos recordaba al partido de las FARC con su rosa de la internacional socialista, a la que le quitaron el puño original de la pelotera, parecía un preámbulo del socialismo burgués, otro sueño de los sonrientes Timochenko y la gordita Imelda Daza acompañados de capuchino y mascota. ¿Pero no se han dado cuenta que la orden posthipnótica de toda esta realidad mediática es: “Polarizaos los unos contra los otros”? ¿Para beneficio de quién? De un ‘salvador’, desde luego. Y todo lo anterior son los juegos y maldiciones del ego; y su característica es ser o crear adversarios. Conozcámoslo.

Me di cuenta entonces que cuando, aparentemente, nadie sabe de realidades, misterios y ‘coincidencias políticas significativas’ le echa la culpa al ego, la locura, u otra cosa. Y debe ser así, porque frente a un maravilloso universo de exquisitos placeres para los sentidos, el ego es el único que protesta; lo que nos indica que llamar ‘loco’ a Trump, que tiene su ego como todos, es una forma providencial de advertirnos que no nos confiemos en presumir que los otros no puedan todavía conocer los secretos del nuestro porque creemos que no se le ven las orejas.

Por lo que traté de entender la estrategia psicoanalítica de Semana. Si el ego es ese mecanismo psíquico a través del cual el individuo se reconoce como yo, y es consciente de su propia identidad, ¿qué pasaría con la identidad individualista de Petro y Fajardo, quienes de desesperados por los votos del otro se sacan un selfie para sus seguidores? ¿Esa proximidad de los rostros los metamorfosearía en millenials? ¿Se puede simular con una selfie la ideología real? ¿Les daría una nueva identidad? ¿Sería ese nuevo ego político unificado una garantía de seguridad para los apetitos del inconsciente o ‘ello’ de los otros candidatos? ¿Y en dónde quedarían los ideales del superyó de cada quien? El ego, que según Semana, sería el punto de referencia de los fenómenos políticos que vemos, se sacrificaría en persona de sus inocentes portadores porque no sabría cómo mediar entre la realidad insobornable del mundo exterior y los diferentes ideales del superyó e instintos de los protagonistas. Y si el yo (ego), por último, es el equilibrio que permite que el ser humano pueda satisfacer sus necesidades dentro de los parámetros sociales ¿De qué escala de necesidades hablamos? ¿Y qué garantías habría para el respeto necesario de esas satisfacciones y diferencias? Para decirlo de manera vernácula: ¿podrían en río revuelto los pescadores, dejar de ver la utilidad de los tontos pescados? Eso es lo que se crea con la supuesta pelea de egos. ¿Y qué piensan los peces cuando ven acercarse la atarraya?

Pero sigamos con el discurso académico. Si el ego, evoluciona con la edad e intenta cumplir con sus deseos de manera realista, conciliándolos con las diferentes exigencias del superyó de los otros ¿qué pasa con esos y o es que no evolucionan y siguen creyendo en la ley del más fuerte, astuto; el políticamente mejor conectado; el de convincente discurso populista que es el mejor de los mundos para satisfacer los sueños irreales del inconsciente y el superyó? Entonces la ‘pelea’ no es entre los egos de los candidatos, sino entre TODOS los egos. ¿Quién puede poner orden en esa pelea? Ni Freud si pudiera ser presidente.
Trascender esa política inconsciente sería la meta. Para ello sería necesario vernos como un sistema coordinado de funciones psíquicas sanas, (el cielo) de defensa racional de la seguridad, funcionamiento intelectual acorde con esa evolución, síntesis de la información y memoria objetiva, entre otras, en equilibrio con un sentir basado en el amor (política sana); entonces el yo supondría ser el primer paso del propio reconocimiento para experimentar alegría, castigo o culpabilidad, estableciéndose así los límites necesarios para la convivencia. Así, El reino de Dios está en vosotros un libro de León Tolstoi sería el que desarrollaría una sociedad ideal guiada por la interpretación que extrae de las enseñanzas de Cristo.

Pero no es fácil. Ese ego vive inmerso en una cultura que tiene diferentes orientaciones inconscientes; y esas orientaciones van a chocar con el individualismo propio o el de los otros, cuando soy yo el que coincido con la cultura y el otro no. Con base en esa hipótesis podríamos decir que los colombianos hemos forjado nuestro ego en una cultura individualista, que cree que el ser humano es a veces bueno y otras malo; que se debate entre ser importante por el apellido (¿Sabe usted quién soy yo?) o lograr objetivos propios independientes del clan familiar; que creemos en el futuro sin renunciar al pasado. Unos pensamos que debemos respetar la naturaleza, otros quieren explotarla y los menos buscan una cooperación inteligente que no la destruya. Creemos en la justicia, la defensa racional de nuestros derechos. Creemos y respetamos un libre ordenamiento de prioridades que engendra diferentes estilos de vida que incluyen a Dios o el ateísmo, los diferentes estilos de familia, el respeto a las instituciones, el trabajo, la diversión, el dinero, la salud, los otros. Ahora bien, la ‘pelea’ de egos de la que habla Semana no es sino el juego libre de esa realidad de la que hacen parte los candidatos. ¿Pero a quién favorecería esa pelea? ¿Y qué es lo que se pelean los egos, sean políticos o no?

El contenido individual de lo anteriormente descrito es un guion general de confrontación al que nos referimos con los siguientes parámetros generales de percepción : el interés egoísta contra el amor en general; el odio de clases contra la tolerancia y convivencia; la conveniencia propia contra el deber social; el individuo como una realidad egocéntrica vs el individuo como parte de la humanidad; la evasión del sacrificio por los otros vs la abnegación y el servicio; la competitividad contra la cooperación; una autoestima basada en la acumulación de bienes, poder y hedonismo vs el cumplimiento del deber; el que no le importa el deber vs el que trabaja por el premio del reconocimiento y el respeto social.

Ahora bien ¿Sabemos discriminar ese escenario complejo en términos de verdadera comunicación (decir objetivamente lo que se constata, además de cómo nos sentimos acerca de ello) para decir qué es lo individual y qué es lo social en la toma de decisiones? No lo creo. Además, este escenario será presentado y debatido por unos y otros con la ‘objetividad’ oscurecida por el interés político personal. En esa realidad muchos hacen lo que les da la gana con la revolución y el capitalismo; y otros hacen lo que se debe hacer. ¿Y cómo lo hacen? Con una baja autoconciencia que no incluye a los otros; o con una alta autoconciencia social en la que también se respeta a sí mismo al no someterse a las chifladuras de los dictadores de derecha, izquierda o centro.

Yo no sé si una sociedad compuesta por esa clase de egos pueda vivir en paz; tampoco sé si creer en ellos nos pueda brindar mejor seguridad psíquica y material que conocerlos. En esa confusión de egos muchos le atribuirán las buenas decisiones y resultados a Dios que seguramente nos ayudará haciéndonos ver las embarradas. Pero los que no quieren diferenciar entre el saber y el creer, nunca sabrán si la paz es posible, si los impuestos son para lo que dicen, si el presidente gobierna o no. No sé si Semana estaba haciendo una profecía o, como en una serie de ficción, que alguien regresaba del futuro para escribir el artículo.

¿Y que sería entonces, desde ese futuro, un gobierno de transición como quieren las Farc? ¿Sería una impuesta transición legalmente violenta o pactada? ¿Una metamorfosis de oruga a la libertad de la mariposa o la transformación de un inocente renacuajo en un pérfido sapo que hay que tragar? Nada de eso. Lo que tampoco Semana ha visto es que así como un candidato se trasforma en presidente; un político idealista tiene que sacar las garras del águila porque nadie puede negar que en el fondo de todos nosotros hay un ego impredecible. Y el ego sabe disfrazarse de derecha o izquierda; por eso es nuestro propio enemigo, si ignora el disfraz de los otros, o nuestro mejor aliado en las estrategias de poder. También el ego comunista sabe desaparecer cuando le da la gana y dejar huérfanas del ideal revolucionario a las masas mientras sus líderes se enriquecen para ser parte del viejo y traidor esquema de corrupción.

Y es ahí cuando, de pronto, en medio de ese mundo real, contradictorio, lleno de engaños y felicidad, guerra y paz, sufrimiento y gracias sublimes tomamos conciencia de que la ideología es una hipnosis y que hemos sido utilizados como conejillos de india en un gran experimento masivo en el siglo 20 del que sobrevive uno de sus mejores exponentes de aquel momento: el marxismo. Les hicieron creer a los hipnotizados, mediante la repetición, que la realidad del odio al coincidir con la aparente coherencia de doctrinas era la verdad obligatoria del pobre que tenía que ser universal. Inventaron que Jesús favorecía a los pobres, olvidándose de los ricos que también son hijos de Dios.

Con esas bases hubo una operación cultural de trasferencia permanente de mentiras llevadas a cabo por los Maestros del Discurso. Muerto Dios, el hombre se erigía en el ídolo verdadero; su verdad era dogma. Porque el hipnotista mayor, Lenin, ordenó concentrarse solo en su voz; ordenando ignorar las otras voces que podíamos oír y razonar con ellas, y así la verdad se convirtió en posverdad. Pero esa voz que lo prometía todo, el nuevo cielo para el hombre nuevo, murió. Y muchos han quedado hipnotizados con el trauma de haber perdido un ideal, la esperanza; llorando, en medio de la furia, la muerte del amante. No lo reconocen porque desconocen las etapas del duelo; otros lo llaman lavado de cerebro irreversible. No abren los ojos a pesar de que todos los hipnotistas de la URSS han muerto; tampoco quieren ver cuando Gorbachov hizo oficial el funeral de los maestros del hipnotismo comunista; por lo que no pueden negar la muerte del tal socialismo del siglo 21, a pesar de que el cadáver mata a sus proletarios y los líderes hieden a crimen y narcotráfico.

Entonces se refugian en el cinismo y dicen que el sistema soñado es la mente colectiva de las abejas que trabajan para la reina como un simulacro de amor interesado; y tampoco entienden que esa mente colectiva se comporta exactamente igual que la supuestamente superada mentalidad egoísta de la maldición capitalista. ¿Por qué? Porque el dinero y su corrupción es una forma de hipnosis moral, ya que hechiza, cautiva, fascina, atrae, seduce, como los sueños a los que induce el hipnotizador para hacernos esclavos del productor del dinero fácil. Habiendo dejado la de las armas, ahora los camaradas pueden comprar la hipnosis de la tecnología, las encuestas, la colección de firmas chimbas, la compra de conciencias, lo que los hace comunistas modernos y supuestamente demócratas. Ese sería el infierno meta político de un gobierno de transición: el monumento definitivo de la posverdad política inducido por el hipnotismo del poder absolutista y la televisión, adobado por la corrupción contractual. Y las Farc no querrán salir de ese sueño hipnótico, a pesar de los golpes de la realidad.

Así, las Farc y sus amigos no podrían ignorar que la conciencia no se falsea solamente por intereses económicos como se le endilga a los burgueses, sino por irreales intereses de poder como los suyos; también tendrían que admitir que esa misma ‘conciencia redimida’ del revolucionario no puede evadirse del enemigo interno de sus instintos; y que el Dios que niegan no es el resultado de la debilidad, decadencia o el engaño humanos, sino que procede de una dimensión que no entienden. Porque se darán cuenta que no existe una ideología burguesa, sino un conjunto coordinado de cualidades productivas; que el resentimiento es superable cuando se descubre la dimensión liberadora de la compasión ante la realidad del mal. Y que nada de lo anterior es una utopía, sino la natural capacidad humana para trascender. Podríamos preguntarnos si serían capaces de liderar un gobierno con esa clase de comprensión o con su falta de ella. Creo que no podrían hacerlo porque les faltaría la inteligencia, capacidad o sabiduría emocional para SENTIR al pueblo colombiano. Y eso lo sabe un niño de cinco años al que no se puede engañar en lo fundamental. Porque ello nos revelaría:

1. Que un niño de cinco años dice la verdad sin filtros intelectuales, por lo tanto siempre será políticamente correcto, aunque sea incómodo.
2. No debe decir malas palabras, por lo tanto Trump y los que lo critican aprenderían algo sin pelear con nadie. Las malas palabras son el comienzo de las mentiras porque ser un H de P, en el 99.9 % de los casos es estadísticamente incorrecto.
3. Aunque en todas las elecciones hay siempre excelentes candidatos que no ganan, habría necesariamente una conexión moral entre lo que hicieron para ser elegidos (bueno o malo) y su gobierno. Y si un niño tuviera algo contra ese gobierno, lo diría sin ofender, porque no podría ser acusado de engaño.
4. ¿Podríamos ser elegidos para cualquier cargo público, si con respecto a la obligación de decir la verdad en todo momento, se conociera la diferencia de cómo hablamos en privado o en público? ¿Qué es el derecho a la privacidad, sino el de proteger, a veces, lo más indeseable de cada quién? Por eso los niños no conocen el derecho a la privacidad. Son como el Ser: trasparentes.
5. Aunque nos refiramos en público a países y personas que SABEMOS que son malas con el lenguaje socialmente adecuado ¿diferenciaremos entonces entre un problema de ética o de estética para ser honestos con el peso moral de nuestros juicios? ¿Un crimen atroz deja de serlo porque utilicemos un lenguaje edulcorado?
6. Así, cuando a la gente la acusan de no diferenciar entre la percepción y la estadística de la inseguridad para disfrazar una deficiencia política, ¿aliviará la estupenda estadística de seguridad el dolor de la cuchillada? ¿Por qué el sentir tiene tan poco valor frente a la razón hasta cuando nos toca en carne propia la realidad del dolor?

Las anteriores serían las claves de un buen gobierno según los niños, explicada por un adulto, pues son los únicos seres que todavía no han sido hipnotizados por la sociedad. Por eso pueden ver el Reino de los Cielos a cada momento. Quizá en eso consista el poder de su inocente sabiduría por lo que decía Mafalda: “Los dirigentes políticos pasan su vida pendientes unos de otros. Se juntan, se pelean, se separan, vuelven a juntarse… ¡Si eso no es AMOR no sé qué es!”¿Entienden señores de Semana la contradicción entre la apariencia y los hechos? La pelea de los egos también podría tener una sabia lectura ‘infantil’ si de verdad pensáramos en lo que sentimos como patria.

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