Recogiendo lo Sembrado

Vergonzoso y censurable espectáculo dio el señor Humberto De la Calle al convocar una rueda de prensa, no solamente para endilgarle los descalabros que viene sufriendo su malhadado y moribundo “acuerdo de paz” a cualquiera menos a los verdaderamente responsables, sino además, para amenazar al país y, por ahí derecho, para aguadamente abogar por los narcoterroristas de las Farc.

Confieso que en un principio pensé que el propósito de la sonada convocatoria del candidato del dos por ciento en todas las encuestas de opinión, era para anunciar su retiro de la contienda electoral ante el evidente fracaso de su aspiración presidencial, nunca que fuera para tan deplorable exhibición.

El señor De la Calle se despachó: “¡Se están tirando los acuerdos!”, “¡Se están tirando la paz!” y arremetió contra “Uribe y Duque” por “construir un tejido de falacias y odios” que ha llevado “a buena parte de la población a la nostalgia de la guerra” (¿millones de colombianos enajenados añoran la guerra?). Se fue lanza en ristre contra “la Corte Constitucional que le abrió la puerta al Congreso para traicionar y entorpecer el acuerdo”; contra Vargas Lleras por “sus vacilaciones” y contra el Gobierno porque “le quedó grande la implementación”.

Mejor dicho, se fue contra todos menos contra sus pupilos de las Farc, para quienes solo tuvo un reclamo por “no haber mostrado empatía suficiente con los colombianos” y por quienes, sin mostrar empacho alguno, se atrevió a solicitar que se cambien las reglas del juego. Instó, caso de comprobarse que algunos como alias “Jesús Santrich” y alias “Iván Márquez”, hayan reincidido en sus crímenes con posterioridad a la firma del acuerdo, se les aplique una justicia especial que excluya la extradición. Además, como suele hacer, amenazó diciendo que este es un asunto de Seguridad Nacional y que “como vamos, vamos a la guerra”.

Es claro que los tales acuerdos “se los tiraron” los mismos que los convinieron. Los negociadores, empezando por el señor De la Calle, son culpables, entre otras cosas, por la laxitud, la permisividad y falta de rigor a la hora de exigir el cumplimiento de los poquísimos compromisos demandados, a sabiendas de que esa conducta daba vía libre para que los bandidos siguieran en sus andanzas. Y los narcoterroristas, por embusteros, porque solamente buscaban poder y, ni cortos ni perezosos, fieles a su naturaleza criminal, siguieron en lo suyo.

Caro haber dicho tanta mentira, haber desoído tantas voces acreditadas que alertaron sobre la inconveniencia de la forma en que estaban acordando, y caro, muy caro, haber pisoteado la voluntad de un pueblo expresada en las urnas.

Asunto de Seguridad Nacional, ese sí, que el país esté anegado en coca y que narcotraficantes nacionales e internacionales de todos los pelambres, campeen orondos nuestro territorio.

Están recogiendo lo sembrado.

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