Iván Duque, nuevo presidente de Colombia

Con el 99,67 % de las mesas escrutadas y 10.351.304 votos, el candidato del Centro Democrático ganó las elecciones presidenciales.

El próximo 1 de agosto cumplirá 42 años. Será el presidente más joven en la historia moderna de Colombia y, como discípulo de Álvaro Uribe, su llegada a la Casa de Nariño significa la llegada al poder de la derecha y de quienes se han opuesto a los acuerdos de paz firmados por el gobierno de Juan Manuel Santos con la hoy desmovilizada guerrilla de las Farc. Iván Duque ganó las elecciones al lograr el 53,95% de la votación (10.351.304 de votos) mientras su rival Gustavo Petro alcanzó el 41,83% (8.024.697 votos).

Abogado con maestría en economía y corta experiencia política, Duque representa para muchos a la mitad de esa Colombia “indignada” por las “concesiones” que se le dieron a las Farc a cambio de transformarse en partido tras medio siglo de guerra. Por eso promete realizar “modificaciones estructurales” al Acuerdo de Paz de 2016, que desarmó a unos 7.000 combatientes, aunque ha dicho que eso no significa volverlos “trizas”.

“Queremos que quienes han cometido crímenes de lesa humanidad tengan sanciones proporcionales que sean incompatibles con la representación política”, ha dicho. Lo convenido en La Habana estipula que los jefes exguerrilleros reciban penas alternativas de prisión si confiesan crímenes y reparan a los millones de víctimas de un conflicto en el que también participaron paramilitares de ultraderecha y agentes del Estado.

Duque también es vocero de esos colombianos temerosos de que el país siga el rumbo que lastró económicamente a Venezuela, lo que ocurriría, asegura, si gana Petro. Al presidente venezolano, Nicolás Maduro, lo llama “dictador” y “genocida”. De hecho, ese fue uno de los caballos de batalla durante todo el proceso electoral, que aunque fue rebatido por su rival, quien no dudó en calificarlo como una estrategia de difundir miedo, caló en gran parte de la ciudadanía.

Pero, sobre todo, Iván Duque encarna las ideas del expresidente y ahora senador Álvaro Uribe, al que llama “presidente eterno”, y cuyas ideas siguen vivas ocho años después de dejar el palacio presidencial: mano dura contra los rebeldes, inversión privada y valores tradicionales. Y ese poder de Uribe, que se conserva pese a decenas de investigaciones en contra, es su mayor reto en caso de llegar a gobernar. Dentro de su partido, el Centro Democrático, afirman que Duque “le debe” todo al ahora senador; en la oposición señalan que será un “títere” del exmandatario.

“Todavía nadie sabe si tiene criterio propio o va a obedecer los mandatos de otro”, sostiene Fabián Acuña, profesor de la Universidad Javeriana. Lo que sí es una realidad palpable es que su experiencia en la política es de solo cuatro años. Pero este bogotano “ha vivido la política y desde niño, la lleva en la sangre”, afirma José Obdulio Gaviria, uno de los ideólogos del uribismo.

Con su padre, Iván Duque Escobar, un liberal de extensa carrera política, aprendió de discursos políticos. Pero fue con el entonces ministro Juan Manuel Santos con quien en los años 90 se inició profesionalmente asesor en el Ministerio de Hacienda. Luego saltó al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), donde estuvo casi 13 años.

Hoy, Duque se opone ferozmente a Santos. “Es muy dinámico en sus relaciones públicas, muy hábil para manejar las relaciones”, reveló una fuente que trabajó con él en el BID. En Estados Unidos conoció a Uribe, quien lo incluyó en su lista cerrada al Senado para el periodo 2014-18. “Iván es más que sabio y estoy seguro de que tiene por delante un futuro brillante”, escribió el exmandatario en los agradecimientos de su libro “No hay causa perdida” (2012).

Sus colegas en el Congreso valoran su inteligencia, responsabilidad y disciplina. En cuatro años logró destacarse y sacó adelante cuatro leyes, la más relevante sobre emprendimientos y “economía naranja”. Aun así, tratándose de la dirección de un país tan complejo como Colombia, los cuestionamientos no faltan: “Un presidente tiene que tener experiencia, autonomía, capacidad política propia, de todo eso carece Iván, que es, como todo el mundo reconoce, un buen muchacho”, considera el senador Roy Barreras, del Partido de la U.

Su imagen jovial y moderna, en la que abundan las camisas sin corbata y los jeans, contrasta con sus creencias conservadoras: se opone a la adopción y matrimonio gay, la eutanasia, la legalización o despenalización de la droga. Aunque antes celebraba los avances de las minorías, la adhesión a su campaña de sectores de ultraderecha y evangélicos, caso Viviane Morales o el exprocurador Alejandro Ordóñez, podría explicar su endurecimiento en estos temas.

Casado hace 15 años y padre de tres hijos, de niño soñaba con ser delantero del América de Cali. Tiene una memoria cuasi fotográfica y en la universidad fue un “nerd”. “Iván siempre decía ‘hombre, algún día yo seré presidente de Colombia’. Lo decía con tal determinación que uno le creía”, recuerda Francisco Barbosa, amigo cercano y compañero de estudio.

Melómano consagrado, tocaba bajo y cantaba en una banda de rock que formó con sus amigos del exclusivo colegio de Bogotá del que se graduó de bachiller, el Rochester. Aún hoy, en su tiempo libre, toca guitarra. Se reconoce como un buen bailarín de salsa y, paradójicamente, uno de sus géneros musicales predilectos es la trova cubana, cuyos mensajes revolucionarios intenta obviar.

También es un mago aficionado. Su “truco” consagratorio sería ser el segundo más joven elegido para ocupar el sillón presidencial, por detrás del liberal Eustorgio Salgar, quien con 39 años lo ocupó entre 1870 y 1872. Afable y con algunos kilos de más, a partir del próximo 7 de agosto, Iván Duque asumirá la conducción de los destinos de Colombia, un país que comienza a asomarse al posconflicto y con múltiples tareas a acometer en materia económica, de infraestructura, de desarrollo social, de bienestar ciudadano, entre otras. Pero quizás la principal de ellas será tratar de consolidar la unidad y superar la polarización que dejó el plebiscito por la paz de octubre de 2016 y que se agudizó, precisamente, la elección presidencial.

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